viernes, 13 de mayo de 2016

"Los deseos de su corazón"

MEDITACIÓN 13.5

Salmos 37.1-5  "No te impacientes a causa de los malignos, ni tengas envidia de los que hacen iniquidad.  Porque como hierba serán pronto cortados, y como la hierba verde se secarán. Confía en Jehová, y haz el bien; y habitarás en la tierra, y te apacentarás de la verdad. Deléitate asimismo en Jehová, y él te concederá las peticiones de tu corazón.   Encomienda a Jehová tu camino, y confía en él; y él hará".

Cuando las personas hablan de sus necesidades y sus deseos, citan a menudo Salmos 37.1-5, a pesar de tener poca comprensión del pasaje. Nos encanta la idea de que el Padre nos dará los deseos de nuestro corazón. Lamentablemente, cuando nos enfocamos solo en recibir cosas buenas, desaprovechamos el contexto de salmos 37, que es una promesa divina, y olvidamos las obligaciones humanas.

Lo que más le interesa a Dios es darnos más de sí. Las oraciones autocomplacientes pasan por alto el primer requisito para el cumplimiento de la promesa: deleitarnos en el Señor. Tenemos que regocijarnos por el tiempo que pasamos con Él y por servirle. Al leer la Palabra de Dios y orar experimentaremos su obra en nuestra vida, y nuestra fe en Él se profundizará.
Con el tiempo, nuestra creciente confianza en el Señor significa que empezamos a apropiarnos de su manera de pensar.

El 2do. requisito es encomendar nuestros planes a Él y ajustar los deseos de nuestro corazón hasta que parezcan lo que Él prefiere para nuestra vida. Aun así, a veces lo que Dios da puede parecer muy distinto a lo que habíamos pedido. Pero cuando Él escucha nuestras peticiones imprudentes, responde según su conocimiento infinito y su gran amor por nosotros. En vez de darnos lo que pensamos necesitar, nos dará la respuesta perfecta a nuestra oración.

A Dios le encanta concedernos nuestras peticiones, pero su mayor gozo es oírnos expresar nuestro sincero deseo de conocerle más. El subproducto de deleitarse en Dios y encomendar nuestros planes a Él es recibir los deseos de nuestro corazón. Nuestra mayor recompensa es la relación que tenemos con el amoroso Dios que ofrece darse a la humanidad.
(De Encontacto.org)



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