Meditación 31.3
Salmos 119.33-40 "Enséñame, oh
Jehová, el camino de tus estatutos, y lo guardaré hasta el fin. Dame
entendimiento, y guardaré tu ley, y la cumpliré de todo corazón. Guíame por la
senda de tus mandamientos, porque en ella tengo mi voluntad. Inclina mi corazón
a tus testimonios, y no a la avaricia. Aparta mis ojos, que no vean la vanidad;
avívame en tu camino. Confirma tu palabra a tu siervo, que te teme. Quita de mí
el oprobio que he temido, porque buenos son tus juicios. He aquí yo he anhelado
tus mandamientos; vivifícame en tu justicia"
Al confiar en Cristo, entramos en
una relación permanente con el Padre celestial. Como
creyentes, tenemos la responsabilidad de mantenerla firme.
Aprendamos acerca de nuestra nueva
familia. Una parte esencial y continua de la vida familiar implica conocer y
ser conocidos por los otros miembros. En la Biblia, Dios ha dado una
descripción detallada de sus atributos, valores y pensamientos. Y debido a
que Jesús vino al mundo, podemos entender mejor el carácter de Dios. Meditar
en la Palabra, hace que nuestra conciencia del Dios trino crezca.
-Mantenernos en estrecho contacto
con Dios, mediante la oración y el estudio de su Palabra, y rechazar la
tentación de poner a las personas, el trabajo o los placeres antes que a Él. Las
relaciones florecen con la comunicación, pero se marchitan con el descuido.
-Responder a lo que Dios ha dicho.
Él dio instrucciones para la vida, y enseñó lo que le agrada. En las familias
sólidas, las personas se cuidan unas a otras. - -Prestar
atención a las advertencias del Padre celestial, y obedecer sus preceptos.
-Volvernos cada día más semejantes a
Dios. Si cooperamos con la obra transformadora del Espíritu Santo, empezaremos
a pensar y actuar como nuestro Padre celestial.
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