Meditación 14.3
Mateo 11.28-30 "Venid a mí todos
los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo
sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y
hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi
carga."
Todos
hemos experimentado tentaciones, pruebas y sufrimientos. Aun los cristianos
debemos padecer sufrimientos, ya sea por la muerte de seres queridos,
bancarrotas, pérdida de empleo o relaciones rotas. Pero, aunque no somos
inmunes a los tiempos de dificultades, tenemos el poder, por medio del Espíritu
Santo, de soportarlos. En Salmos 46.10 dice: “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios”.
La expresión “estad quietos” indica que nuestra mejor respuesta a las
frustraciones es confiar en el Señor.
¡Qué
admirable es saber que, como hijos de Dios, tenemos una línea de comunicación
directa con el Padre, aun en medio de las dificultades! Por tanto, no tenemos
que reaccionar como lo hace el mundo, con ira, depresión y venganza. Tampoco
tenemos que arreglar las cosas con nuestras fuerzas. Es seguro que seremos
tentados por la carne, pero si “estamos quietos” aprenderemos a confiar más en
Dios cada día.
La
verdad es que las dificultades no
forman el carácter; solo lo revelan.
Una de las respuestas más comunes a las dificultades es la ira. En momentos
de frustración, corremos el riesgo de tomar decisiones impulsivas que podrían
afectar el resto de nuestra vida. Pero, en vez de dejarnos vencer por las
emociones, debemos estar quietos y confiar en Aquel que puede hacer que todo
resulte para nuestro bien (Romanos 8.28).
En
este mundo, los problemas no van a desaparecer (Juan 16.33). Pero cuando las
tormentas amenacen en el horizonte, abróchese el cinturón y confíe en que Dios
le guiará. En Él, y solo en Él, podrá
usted mantenerse quieto y tranquilo.
(De Encontacto.org)
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