MEDITACIÓN 29.2
Juan 16.23-24 "En
aquel día no me preguntarás nada. De cierto, de cierto te digo, que todo cuanto
pidas al Padre en mi nombre, te lo daré. Hasta ahora nada has pedido en mi
nombre; pide, y recibirás, para que tu gozo sea cumplido"
Si tuvieras que nombrar el deseo que hay en tu corazón,
¿tendrías una respuesta? ¿Cuánto tiempo te llevaría expresar tu
anhelo más profundo y sincero?
Por
supuesto, todos tenemos una lista interminable de cosas que queremos, ya sea un
televisor de pantalla grande, un vehículo nuevo, un ascenso en el trabajo o el
respeto que pensamos que merecemos. A nuestra lista de deseos añadimos y
quitamos cosas todos los días; nuestros deseos son, con frecuencia, dictados
por lo que tienen las personas que nos rodean. A veces, ver simplemente el
automóvil nuevo de un amigo nos produce la “fiebre del carro”, incluso si
tenemos un automóvil excelente.
Nuestros
deseos van y vienen, pero ¿qué de nuestros verdaderos anhelos? Si usted nunca
ha dedicado tiempo para meditar con detenimiento acerca de este asunto, es posible
que ni siquiera sepa cuáles son los deseos de su corazón. Y si ese es el caso,
¿cómo puede pedirle a Dios que se los conceda? La sencilla respuesta es que no
será posible.
No
saber lo que deseamos en realidad, nos lleva a presentar a Dios una serie de
peticiones al azar, incoherentes y poco sinceras. A veces, el Señor
responde misericordiosamente estas peticiones, y otras veces nos protege de
ellas. Si nuestras peticiones no se basan en la oración y en la sinceridad
de corazón, es posible que nunca entendamos por qué se quedan sin respuesta.
(De Encontacto.org)
No hay comentarios:
Publicar un comentario