MEDITACIÓN 23.2
1 Pedro 5.1-7 "Ruego a los ancianos
que están entre ustedes, yo anciano también con ellos, y testigo de los
padecimientos de Cristo, que soy también participante de la gloria que será
revelada: Apacienten la grey (rebaño) de Dios que está entre ustedes, cuidando de
ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con
ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado,
sino siendo ejemplos de la grey. Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores,
ustedes recibirán la corona incorruptible de gloria. Igualmente, jóvenes, estén
sujetos a los ancianos; y todos, sumisos unos a otros, revestidos de humildad;
porque: Dios resiste a los soberbios, Y da gracia a los humildes. Humíllense,
pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él les exalte cuando fuere
tiempo; echando toda tu ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de
ustedes."
Para volvernos humildes, debemos primero
estar dispuestos a detectar el orgullo en nuestro corazón. Pero reconocerlo no es lo mismo que deshacerse de él.
A continuación varios aspectos del orgullo, y la solución para enfrentarlos.
1.Posesiones. Podemos comenzar
dando honra a Dios con nuestro diezmo. Él promete que 9 décimas rendirán
más que 10. El paso siguiente: dar a alguien
necesitado, que no pueda devolverle algo a
cambio. Pero no exhiba su generosidad; manténgala lo más secreta que
pueda (Mateo 6.1-4).
2.Posición. Reconozca que todo
lo que ha logrado se lo ha dado Dios (Isaías 26.12). Pídale después que le muestre un área de
servicio que no tenga ninguna figuración o reconocimiento. Por saber que el
Señor valora todo tipo de servicio, no debemos vacilar en solicitar uno que sea
menos destacado de lo que estamos acostumbrados. Nuestra posición en este mundo
importa solo si la utilizamos para dar gloria a Dios (Santiago 1.9-11).
3.Privilegio. Entienda que
muchas cosas de las que pudiera enorgullecerse le han llegado como privilegios.
Realmente, ninguno de nosotros es artífice de su
éxito; no importa lo mucho que usted haya trabajado, otros también se
han sacrificado para darle oportunidades y libertades. Recuerde que es, en realidad, la gracia de Dios la que lo
ha bendecido con todos los conocimientos que tiene.
No importa la clase de orgullo con el que batallemos,
tenemos que dejar de centrarnos en nosotros para
enfocarnos en Dios y luego en los demás.
Si estamos dispuestos a enfrentar nuestro
orgullo, Dios lo sustituirá por un espíritu de humildad que
corresponde con quienes somos en Cristo.
(De Encontacto.org)
No hay comentarios:
Publicar un comentario