Reflexión 28.9
Jonás 2:1-2
“Entonces oró Jonás a Jehová su Dios desde el vientre del pez, y dijo: Invoqué
en mi angustia a Jehová, y él me oyó”
Al leer la
historia de Jonás, vemos que había escuchado a Dios, y había huido de él
en un barco, allí había dormido, y aún había hablado con los marineros, pero
sólo hasta ahora vemos que ora (“Entonces oró Jonás”). Por supuesto no oraba,
porque estaba huyendo de Dios. A veces el creyente no ora, porque está huyendo
de Dios, pues sabe que el Señor le recordará cuál es Su
voluntad.
Podemos orar en
la cocina, en la calle, en el vehículo, aún en el baño, pero nadie planearía
hacerlo en el vientre de un gran pez. Por un momento, tratemos de imaginarlo...
Pero éste fue el escenario que Jonás escogió al desobedecer a Dios, el profeta
del Señor había emprendido su propio camino a Tarsis, y esto no tomó por
sorpresa Dios pues “Jehová tenía preparado un gran pez que tragase a Jonás”. Muchas
veces nosotros, habiendo tenido la oportunidad de orar en un hermosos y cómodo
escenario, terminamos orando desde la crisis o el dolor.
Cuantas gracias
debemos dar a Dios que nos da la vida para invocar Su nombre, nuestro corazón
se goza cuando en medio de la alabanza en el templo invocamos Su nombre. Pero,
en éste caso, Jonás invoca a Dios en medio de la angustia: “Invoqué en mi
angustia a Jehová”, el término angustia aquí, viene del hebreo: tsarah que
además traduce: aflicción, aprieto, tribulación, y ésta condición llevó a Jonás
a orar. La verdad es que buen número de veces, sólo nos volvemos a la oración
cuando la angustia, crisis o dificultad llega a casa.
Pero qué hermosa
es la frase: “y él me oyó”, ésa es la esperanza que debe alimentar nuestra fe,
saber que en el templo, en la calle o en la cocina, yendo o huyendo, podemos
levantar nuestra oración sincera, sencilla, desde un corazón que levanta sus
ojos al cielo y que se vuelve a Dios, y será oído por el Señor. No es por
nuestros méritos, es por Su gran misericordia y gracia hacia sus hijos. La
respuesta de Dios no es en vano, su misericordia se manifiesta en orden a Su
propósito: enseñar a Jonás y salvar a los ninivitas.
Como hijos de Dios, tenemos el privilegio de
hablar con nuestro Padre celestial, y él también quiere no sólo hablarnos, sino
que le obedezcamos. Algunas veces debemos invocar a Dios desde la angustia,
como consecuencia de nuestras malas decisiones, pero si lo hacemos con un
corazón que se vuelve a Él, Dios nos oye y responde, organizando todo de
acuerdo a su voluntad y bondad.
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