MEDITACIÓN 29.9
1 Samuel 18.1-3
“Aconteció que cuando él hubo acabado de hablar con Saúl, el alma
de Jonatán quedó ligada con la de David, y lo amó Jonatán como a sí mismo. 2 Y
Saúl le tomó aquel día, y no le dejó volver a casa de su padre. 3 E
hicieron pacto Jonatán y David, porque él le amaba como a sí mismo.”
Todos anhelamos amistades genuinas. Dios nos creó con esta
necesidad; no para vivir en aislamiento.
Nuestro mundo está tan influenciado por la tecnología, que
muchas personas tratan de aliviar su soledad relacionándose virtualmente. Sin
embargo, la tecnología no puede reproducir el compañerismo humano que el
Creador tuvo en mente. Las buenas amistades no se dan por casualidad; exigen
esfuerzo y sacrificio.
Consideramos a David y Jonatán como
modelo bíblico de compañerismo; cuán vital es el respeto
mutuo en una buena amistad. Veamos 2 aspectos
más de su relación:
Ambos sentían amor mutuo; sus corazones estaban muy unidos. Cuando
uno de ellos experimentaba alegría o tristeza, el otro sentía lo mismo.
También tenían fidelidad mutua, el tipo de compromiso que
implica dar. Para demostrarle su lealtad, Jonatán le dio a su amigo cosas
materiales —su manto y su arma. Pero esos 2
hombres también se dieron abnegadamente: Jonatán hasta arriesgó su vida y su
reinado futuro para salvar a David de ser ejecutado. Notemos que Jonatán solía
ser quien tomaba las iniciativas, y quién más daba. Era un príncipe, mientras
que David era un humilde pastor. La condición social no debe ser un estorbo
para cultivar una verdadera amistad.
(De Encontacto.org)
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