MEDITACIÓN 28.8
Hechos
2.37-39 “Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los
otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos? Pedro
les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de
Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque
para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están
lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare”
Al
predicar la verdad sobre Jesucristo en Hechos
2, Pedro dejó a miles de oyentes haciéndose la misma pregunta: “¿Qué
haremos ahora?”
La
respuesta del apóstol es sencilla: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de
vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados”. Como
resultado, 3.000 personas fueron añadidas a la nueva iglesia ese día.
¿Es este el mensaje de la mayoría de
las iglesias de hoy en día? ¿Parece extraño que Pedro dijera “arrepentíos” en
vez de “creed”? En realidad, la Biblia utiliza a menudo estos conceptos de
manera semejante. Es que el arrepentimiento y la fe son dos caras de la misma
moneda: ambos son esenciales para la salvación, y cada uno depende del otro.
En efecto, en términos de la
salvación, no se pueden separar la fe y el arrepentimiento. Para ser salvo,
usted debe poner su fe en Cristo para el perdón de los pecados. Esa decisión de
fe requiere arrepentirse de su manera de vivir. Ambas cosas suceden
simultáneamente.
Sin embargo, muchas personas creen
erróneamente que deben cambiar antes de poder entregar su vida a Cristo. El
arrepentimiento no significa que debamos cambiar y “limpiarnos” para poder
recibir a Cristo como Señor. La verdad es que no debiera haber ninguna demora o
separación entre el momento del arrepentimiento y la fe.
Si usted está posponiendo una
decisión por Cristo hasta que crea que está “listo”, o que es “digno”, está esperando
en vano. Jesús está listo para recibirle ahora mismo.
(De Encontacto.org)
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