jueves, 25 de junio de 2015

“Lecciones del Profeta Jonás”

Meditación 25.6

Jonás 1 Les invito a leer el capítulo completo en la Biblia, pero aquí les hago un resumen:  Jehová habló a Jonás y le ordenó ir a la ciudad de Nínive, a pregonar sobre su maldad. Jonás en vez de ir a Ninive, se va a Tarsis. Se levanta una gran tempestad, y se piensa que la nave se partiría.  Los marineros -con temor-clamaban a su dios, y echan al mar los enseres de la nave, para descargarla. A Jonás -dormido- en la parte de abajo de la nave, se le acerca el patrón de la nave a decirle que se levantara y clamara a su Dios; que quizá él tendría compasión de ellos y no perecerían.  No obstante los de la embarcación echan suerte a fin de saber por quién les ha venido este mal, dando a Jonás como responsable. Estos piden explicación a Jonás, quien ofrece sus detalles, entre los que menciona ser hebreo y que teme a Jehová, Dios de los cielos, que hizo el mar y la tierra. Ellos supieron que Jonás huía de la presencia de Jehová, ya que se lo había dicho. Se preguntaron qué hacer con Jonás para que el mar se aquietara –tirarlo al mar fue la opción. Ya que por su causa había venido la tempestad, la cual era cada vez más intensa.  Ellos clamaron a Jehová y rogándole no perecer, deciden lanzar a Jonás; y el mar se aquieta.  Ellos temieron a Jehová, ofrecieron sacrificio, e hicieron votos. Pero Jehová tenía preparado un gran pez que tragase a Jonás; estuvo Jonás en el vientre del pez tres días y tres noches...

Las órdenes del Señor son claras -Él dice a los creyentes cuándo actuar, dónde ir y qué hacer. También da los medios para obedecer sus instrucciones. Al profeta Jonás se le dijo que saliera de inmediato a cierta ciudad para advertirlos: “De aquí a 40 días Nínive será destruida” (Jonas3.4). Pero, en vez de eso, hizo algo ridículo (y muy humano). Huyó.

Puesto que era un profeta, podemos dar por sentado que Jonás había estudiado las Sagradas Escrituras y conocía a Dios de manera personal. Aun así, el disgusto por la tarea nubló su juicio, y se convenció de que podía huir de la presencia del Señor. Jonás estaba equivocado. Dios envió una gran tormenta, y lo aisló durante tres días dentro de un pez apestoso. En otras palabras, el Señor no cedió hasta que el profeta aceptó cumplir la tarea asignada.

Jonás aprendió que huir del Señor no nos exime de sus órdenes. Si nos negamos a obedecer o decidimos seguir nuestro propio plan, no podremos silenciar su llamado. Nuestro Padre celestial no olvidará una orden, ni cambiará de opinión en cuanto a ella; por tanto, el Espíritu Santo seguirá aguijoneándonos hasta que hagamos lo que el Señor nos mandó a hacer.

Quienes huyen de las órdenes de Dios pueden intentar silenciar los recordatorios del Espíritu, llenando su vida con distracciones. Saben lo que Dios quiere de ellas, pero son demasiado orgullosas, obstinadas o inseguras para cumplir. Debemos entender que Dios nos perseguirá —eliminando todos los pretextos y excusas. Los creyentes sabios le obedecen rápidamente, en lugar de perder el tiempo y sus capacidades huyendo.
(De Encontacto.org)

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