Meditación 25.6
Jonás 1 Les
invito a leer el capítulo completo en la Biblia, pero aquí les hago un resumen:
Jehová habló a Jonás y le ordenó ir a la ciudad de Nínive, a pregonar sobre su
maldad. Jonás en vez de ir a Ninive, se va a Tarsis. Se levanta una gran tempestad,
y se piensa que la nave se partiría. Los marineros -con temor-clamaban a su
dios, y echan al mar los enseres de la nave, para descargarla. A Jonás -dormido- en la parte de abajo de la nave, se le acerca el patrón de la nave a decirle
que se levantara y clamara a su Dios; que quizá él tendría compasión de ellos y
no perecerían. No obstante los de la embarcación echan suerte a fin de
saber por quién les ha venido este mal, dando a Jonás como responsable. Estos
piden explicación a Jonás, quien ofrece sus detalles, entre los que menciona
ser hebreo y que teme a Jehová, Dios de los cielos, que hizo el mar y la
tierra. Ellos supieron que Jonás huía de la presencia de Jehová, ya que se lo
había dicho. Se preguntaron qué hacer con Jonás para que el mar se aquietara
–tirarlo al mar fue la opción. Ya que por su causa había venido la tempestad, la cual era
cada vez más intensa. Ellos clamaron a Jehová y rogándole no perecer,
deciden lanzar a Jonás; y el mar se aquieta. Ellos
temieron a Jehová, ofrecieron sacrificio, e hicieron votos. Pero Jehová tenía
preparado un gran pez que tragase a Jonás; estuvo Jonás en el vientre del pez tres días y tres noches...
Las órdenes del Señor son claras -Él
dice a los creyentes cuándo actuar, dónde ir y qué hacer. También da los medios
para obedecer sus instrucciones. Al profeta Jonás se le dijo que saliera de
inmediato a cierta ciudad para advertirlos: “De aquí a 40 días Nínive será
destruida” (Jonas3.4).
Pero, en vez de eso, hizo algo ridículo (y muy humano). Huyó.
Puesto que era un profeta, podemos dar por sentado que Jonás
había estudiado las Sagradas Escrituras y conocía a Dios de manera personal.
Aun así, el disgusto por la tarea nubló su juicio, y se convenció de que podía
huir de la presencia del Señor. Jonás estaba equivocado. Dios envió una gran
tormenta, y lo aisló durante tres días dentro de un pez apestoso. En otras
palabras, el Señor no cedió hasta que el profeta aceptó cumplir la tarea
asignada.
Jonás aprendió que huir del Señor no nos exime de sus
órdenes. Si nos negamos a obedecer o decidimos seguir nuestro propio plan, no
podremos silenciar su llamado. Nuestro Padre celestial no olvidará una orden,
ni cambiará de opinión en cuanto a ella; por tanto, el Espíritu Santo seguirá
aguijoneándonos hasta que hagamos lo que el Señor nos mandó a hacer.
(De Encontacto.org)
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