Meditación 24.6
2
Corintios 4.5-10 “Porque no nos predicamos a
nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros siervos
por amor de Jesús. Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese
la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del
conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo. Pero tenemos este
tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de
nosotros, que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas
no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no
destruidos; llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús,
para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos.”
Contrariamente a la popular pero incorrecta enseñanza
teológica, la salvación no garantiza una vida fácil. Es tentador
presentar el cristianismo como un refugio seguro que nos ayuda a recibir
alegrías y bendiciones, pero no dificultades. Esa clase de religión
puede venderse bien en el mercado del mundo, pero no es auténtica.
La verdad es que los cristianos no podemos escapar del
conflicto. Los principios bíblicos que valoramos le parecen una estupidez a
los no creyentes. Pero la defensa de nuestra fe y el anuncio del evangelio,
aunque traiga críticas o la ira de quienes lo escuchan, la
Biblia aconseja que no guardemos silencio (Mateo 5.14, 15).
De hecho, debemos aceptar de buena gana el desacuerdo como una manera de
crecer en la fe.
Nuestra fe tiene el nombre que tiene porque Jesucristo
estuvo en el centro de la controversia durante su ministerio, y muy
probablemente a lo largo de toda su vida. Es por eso que la Biblia lo
presenta con tanta frecuencia escabulléndose para pasar tiempo a solas con el
Padre; y así buscar dirección y recibir fuerzas.
Aunque Jesús era plenamente
Dios, también era plenamente humano. Conoció el dolor del rechazo y el sabor
del temor, al igual que nosotros (Hechos 4.15).
(De
Encontacto.org)
No hay comentarios:
Publicar un comentario