Hebreos 8.6-13 “Pero
ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto,
establecido sobre mejores promesas. 7 Porque si aquel primero
hubiera sido sin defecto, ciertamente no se hubiera procurado lugar para el
segundo. 8 Porque reprendiéndolos dice: He aquí vienen
días, dice el Señor, En que estableceré con la casa de Israel y la casa de Judá
un nuevo pacto; 9 No como el pacto que hice con sus
padres el día que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto;
porque ellos no permanecieron en mi pacto, y yo me desentendí de ellos, dice el
Señor. 10 Por lo cual, este es el pacto que haré con la
casa de Israel después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en la
mente de ellos, y sobre su corazón las escribiré; y seré a ellos por Dios, y
ellos me serán a mí por pueblo; 11 y ninguno enseñará a
su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Señor; porque todos me
conocerán, desde el menor hasta el mayor de ellos. 12 Porque
seré propicio a sus injusticias, y nunca más me acordaré de sus pecados y de
sus iniquidades. 13 Al decir: Nuevo pacto, ha dado
por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a
desaparecer.”
Confiar en Dios es un principio
fundamental en la vida cristiana. Tenemos que aceptar que
Dios es perfecto en amor, infinito en sabiduría y soberano en control. No
entendemos estas verdades en el momento de la salvación; pero las aprendemos
con el tiempo. Sin embargo, de lo que la mayoría de nosotros parece dudar es
del amor que Dios nos tiene. Pero la Biblia nos da 3 pruebas
en las cuales podemos confiar cuando nuestra seguridad comience a flaquear.
El amor es su carácter—La
naturaleza intrínseca de Dios es el amor (l Juan 4.8).
La Biblia también nos dice que Dios es luz, y que no hay tinieblas en Él (1.5).
En otras palabras, Él es perfecto y nunca tratará mal a sus hijos.
El amor en el Calvario—La
muerte expiatoria del Señor Jesús en la cruz por nuestros pecados ofrece evidencia
irrefutable del amor divino. El amor del Padre por la humanidad se reveló
cuando dio a su Hijo para que muriera en nuestro lugar.
El amor en el pacto—Dios
se ha comprometido a hacernos sus herederos (Tito 3.5-7).
Sabemos que cuando recibimos a Jesucristo como nuestro Salvador, nos
convertimos en hijos de Dios. Nos ve como somos —unos pequeñitos que estamos
aprendiendo a conducirnos en nuestro breve hogar terrenal.
Como creyentes que estamos en constante crecimiento, no
podemos confiar en Dios si dudamos de su amor por nosotros. Afortunadamente,
tenemos estas evidencias maravillosas. La naturaleza intrínseca del Padre
celestial es amar, lo que Él demostró en la cruz y sigue haciendo al adoptarnos
como sus hijos.
De Encontacto.org)
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