Meditación 12.6
Génesis 50.18-21
“Vinieron también sus hermanos y se postraron delante de él,
y dijeron: Henos aquí por siervos tuyos. 19 Y les
respondió José: No temáis; ¿acaso estoy yo en lugar de Dios? 20 Vosotros
pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos
hoy, para mantener en vida a mucho pueblo. 21 Ahora,
pues, no tengáis miedo; yo os sustentaré a vosotros y a vuestros hijos. Así los
consoló, y les habló al corazón.”
Si alguien tuvo muchas oportunidades para estar amargado por
las pruebas de la vida, ese fue José. Sus hermanos lo trataban con desprecio,
aun antes de que lo arrojaran a un pozo. Después, fue vendido como esclavo,
llevado a un país extranjero, culpado de un delito que no cometió, y enviado a
una cárcel —todo eso dentro de un período relativamente corto de tiempo. Pero,
a pesar de las muchas injusticias que sufrió, se convirtió en un hombre con una
celosa ética de trabajo y un espíritu afable.
Es casi imposible entender cómo podía José ser tan
perdonador, pacífico e incluso gozoso. Su secreto para mantener la afabilidad
bajo presión era su mirada constante en Dios. Debió haber pasado muchas horas
recordando las historias de Jacob en cuanto a la fidelidad del Señor para con
su familia, y también las revelaciones divinas sobre su futuro como líder
(Génesis 37.8-9).
Imagine en qué clase de hombre podía haberse convertido José
después de 13 años de sufrimientos e injusticias. Si se hubiera detenido a
pensar todo el tiempo en sus injustas circunstancias, probablemente se habría
vuelto cínico y vengativo. Con una mente llena de planes de escape y de maneras
de vengarse, podía no haber sido un buen trabajador.
Con sus ojos espirituales preparados para ver la gloria de
Dios, José perseveró en sus grandes pruebas. Al final, tuvo el poder para
castigar a sus hermanos por su traición, pero eligió perdonar. Esa decisión
probablemente no fue fácil. Sin embargo, porque José se puso bajo la protección
de Dios, su corazón estaba libre de resentimiento.
(De Encontacto.org)
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