miércoles, 22 de abril de 2015

“Jesucristo es el Señor”

Meditación 22.4

Lectura bíblica en Filipenses 2.5-11 “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, 10 para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; 11 y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.”

¿Qué significa que Jesucristo es el Señor? A veces escuchamos esta frase con tanta frecuencia, que es posible que perdamos el significado de su gran poder y trascendencia.

Señor es mucho más que un simple título que le da la Biblia a Jesús. El capítulo 2 de Filipenses enfatiza este hecho, mencionando repetidamente la palabra nombre. Vemos que Dios le dio a Jesús un “nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús” todos en el cielo y en la tierra se postren, y toda lengua “confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre”  (vv. 9-11).

En ese pasaje, el nombre dado a Jesús es nada menos que “Señor”. En realidad, esa palabra no se usa para referirse a lo que Jesús hace; sino simplemente a lo que Jesús es. Él es, y será siempre, el gobernante soberano de todo lo que hay en el cielo y en la tierra.

Por tanto, si estamos de acuerdo con esto, nuestra vida debe reflejar entonces esa confianza. ¿Hay algo en su vida que intenta esconder de Cristo? ¿Se ha negado a cumplir con algo que Él le ha llamado a hacer? Estos son actos de rebeldía, y demuestran simplemente nuestra falta de fe en Jesús como el Señor de su vida.

Un día, todo el mundo reconocerá que Cristo es Señor de señores (1 Timoteo 6.15). Nosotros, que somos sus hijos, debemos demostrar nuestra fe invitándolo a las áreas turbias de nuestra vida, y permitirle que nos conforme a su imagen. Podemos comenzar con la simple pero profunda confesión: “Jesús es el Señor”. Y cuando confesemos esas palabras, debemos ser conscientes de su significado.


(De EnContacto.org)

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