viernes, 20 de marzo de 2015

“El Problema del Orgullo”

Meditación 20.3


Lectura bíblica en 1 Samuel 13.1-14 

El orgullo es una condición de toda la humanidad. La pobreza no nos protegerá de él. Tampoco la edad, las habilidades o la experiencia.

Pensemos en Saúl, a quien el profeta Samuel reveló que era el líder que Dios había escogido para la nación de Israel. La Biblia describe a Saúl como un joven impresionante y apuesto, sin igual entre los hijos de Israel (1Samuel 9.2). En su nueva posición, Saúl debía obedecer las instrucciones del Señor para ese rol. Recibió la promesa de que el Espíritu Santo vendría sobre él, y que le daría su poderosa ayuda (1Samuel 10:6-7).

Nuestro Padre celestial nos trata de una manera parecida. Nos ha escogido para pertenecer a su familia, tiene un plan para nuestra vida y un trabajo especial para que desempeñemos (Efesios 2.10). El Espíritu Santo habita dentro de nosotros para guiarnos y capacitarnos, de modo que llevemos a cabo los planes del Señor, pero a nosotros nos corresponde obedecer.

Para tener éxito, Saúl necesitaba recordar varias cosas. Primero, su autoridad venía de Dios. Además, sus responsabilidades incluían dar cumplimiento al plan del Señor, obedecerlo y guiar al pueblo con su ejemplo. Como muchos de nosotros hoy, Saúl actuó como si el control fuera de él, no del Señor. Permitió que la presión de la situación tuviera prioridad sobre la obediencia. Por su orgullo, violó la ley de Dios, y ejerció responsabilidades sacerdotales que no le correspondían.

Nuestro Padre celestial quiere ocuparse de nuestro orgullo al hacer que nos humillemos delante de Él, confesemos nuestro pecado, y busquemos su ayuda para vencerlo. (De Encontacto.org)

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