Meditación 24.12
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Lecturas en:Juan 14:25-28 “Os he dicho estas cosas estando con vosotros. Más el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho. La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo. Habéis oído que yo os he dicho: Voy, y vengo a vosotros. Si me amarais, os habríais regocijado, porque he dicho que voy al Padre; porque el Padre mayor es que yo. “ |
Juan
16:1-7 “Estas cosas os he hablado, para que no tengáis tropiezo. Os
expulsarán de las sinagogas; y aun viene la hora cuando cualquiera que os mate,
pensará que rinde servicio a Dios. Y harán esto porque
no conocen al Padre ni a mí. Mas os he dicho estas
cosas, para que cuando llegue la hora, os acordéis de que ya os lo había dicho.
Esto no os lo dije al principio, porque yo estaba con vosotros. Pero
ahora voy al que me envió; y ninguno de vosotros me pregunta: ¿A dónde vas?
Antes, porque os he dicho estas cosas, tristeza ha llenado
vuestro corazón. Pero yo os digo la verdad: Os
conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a
vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré.”
¿Ha pensado usted alguna vez en la sociedad en la que nació el Salvador?
Cantamos “Noche de paz, Noche de amor”, pero la paz y la serenidad
caracterizaron poco al tiempo en que el Señor Jesús vivió. En los dos años
siguientes a su nacimiento, Herodes se sintió muy amenazado por la noticia de
la llegada del rey judío. Su reacción fue ordenar la matanza de todos los niños
de Belén, de dos o menos años de edad. Pero Dios protegió a Jesús advirtiendo a
José que llevara a su familia a Egipto (Mateo 2.13-16).
Las violentas y peligrosas condiciones del imperio Romano no mejoraron
con el tiempo. La pobreza y la esclavitud eran comunes, y las crucifixiones
públicas infundían temor. En los últimos días antes de morir en la cruz, Jesús
le prometió a sus discípulos darles su paz, y les dijo que no tuvieran temor;
pero también les dijo que los dejaría, y que serían odiados, expulsados de las
sinagogas e incluso asesinados.
Por estos versículos, es evidente que la paz de Cristo no es un producto
de las circunstancias tranquilas. Lo cual es una buena noticia, porque no
importa cuán caótica pueda ser nuestra vida, podemos tener serenidad por medio
del Espíritu Santo que vive dentro de cada creyente.
Es por eso que nuestra primera reacción en situaciones preocupantes,
debe ser leer y meditar en las Sagradas Escrituras. Luego, al obedecer los
mandamientos de Cristo, su vida fluye a través de nosotros como la savia de la
vid a una rama (Juan 15.1-5,10). Jesús describió esto como una relación
permanente. Y dondequiera que more el Espíritu de Cristo, allí también estará
su paz.
(De Ministerios en Contacto)
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