El perfeccionismo será nuestro mayor problema hasta tanto reconozcamos
que tal perfección se logra cuando caminamos de la mano de Dios.
Veamos 7 elementos importantes que ayudarán a comprender la visión que
tiene Dios de ser perfectos y cómo podemos encajar en esa concepción.
1. Delante
de Dios somos justos Con el cúmulo de pecados que hemos cometido, jamás
podríamos siquiera estar delante de la presencia de un Dios Santo como aquél en
quien hemos creído. Deseo ilustrarlo con un incidente ocurrido cuando estaba en
la fila de migración en el Aeropuerto de Panamá. El funcionario tras la casilla
comprobó el Pasaporte de un ejecutivo. Lo miró para corroborar que era el mismo
de la fotografía, le pidió que esperara unos segundos, hizo una breve llamada
telefónica y en menos de un minuto dos agentes le pidieron al hombre
acompañarles a una oficina contigua. Resultó que tenía un amplio prontuario por
“lavado de dólares”, cuidadosamente detallado en el sistema y que abría puertas
a su captura donde quiera que le hallara.
Igual con nosotros: si viéramos en detalle los pecados cometidos en el
pasado, admitiríamos que resultaba literalmente imposible presentarnos delante
del Señor y menos aún, ser salvos.
No obstante, gracias a la obra redentora del Señor Jesús, nuestro Padre
celestial no solo perdonó nuestros pecados sino que nos abrió las puertas a una
nueva vida, como describe el apóstol Pablo:
“Esta justicia de Dios llega, mediante la fe en Jesucristo, a todos los
que creen. De hecho, no hay distinción, pues todos han pecado y están privados
de la gloria de Dios, pero por su gracia son justificados gratuitamente
mediante la redención que Cristo Jesús efectuó. Dios lo ofreció como un
sacrificio de expiación que se recibe por la fe en su sangre, para así
demostrar su justicia. Anteriormente, en su paciencia, Dios había pasado por
alto los pecados; pero en el tiempo presente ha ofrecido a Jesucristo para
manifestar su justicia. De este modo Dios es justo y, a la vez, el que
justifica a los que tienen fe en Jesús. .”(Romanos 3.22-26, NVI)
Gracias a la obra redentora, todo su pasado de pecado y continuos
errores, que le impedían no solo cambiar sino crecer en las dimensiones
personal y espiritual, quedó literalmente borrado y ahora, Él –nuestro amado
Señor—le ofrece una nueva oportunidad. Dios
mismo nos ayuda a ser perfectos.
2. Dios nos
lleva a reconocer los errores Sólo en la medida
en que reconocemos que los errores están siempre ahí, y que en nuestras fuerzas
no podemos superarlas sino bajo la fortaleza de Dios, logramos avanzar en el
proceso de crecimiento personal y espiritual.
El apóstol Pablo, el gran batallador de Cristo en el siglo primero,
describió en los siguientes términos la lucha que libraba consigo mismo: “Para
evitar que me volviera presumido por estas sublimes revelaciones, una espina me
fue clavada en el cuerpo, es decir, un mensajero de Satanás, para que me
atormentara. 3 veces rogué al Señor que me la quitara...”(2 Corintios 12:7-8, NVI)
Cada vez que el orgullo procuraba anidar en su corazón, Pablo enfrentaba
una pared y debía admitir que no era en sus fuerzas sino en las de Dios como
lograría el cambio y crecimiento. Igual con nosotros hoy. El perfeccionismo
será nuestro mayor problema hasta tanto reconozcamos que tal perfección se
logra cuando caminamos de la mano de Dios y le permitimos obrar en nuestro ser.
3. Dios nos llamó a ser
vencedores en Cristo Ir de la mano de Dios, nos asegura la victoria
siempre. Él dejó en manos de Su amado Hijo Jesús, a la iglesia que somos usted
y yo y nos ayuda a vencer cuando creemos que las debilidades son más fuertes
que nuestra capacidad. El escritor sagrado resalta que en Cristo somos
vencedores: “El aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado es la
ley. ¡Pero gracias a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor
Jesucristo!”(1 Corintios 15:56-57, NVI)
Cuando sienta que no pude más, que está luchando contra la corriente,
reconozca que lo más probable es que está batallando en sus fuerzas y esas
fuerzas siempre se agotarán; sin embargo, si tiene la mirada puesta en
Jesucristo, va a Su presencia en oración, y le pide fortaleza, podrá
sobreponerse cualquier obstáculo, incluso a los más complejos de superar, que
son aquellos que provienen de nuestra naturaleza humana.
4. Dios nos
llama a elegir apropiadamente Todos tenemos la
oportunidad de elegir. El asunto está en qué tipo de decisiones tomamos. Piense
por un instante el sinnúmero de ocasiones en la que fue a un centro comercial a
comprar un electrodoméstico. Infinidad de marcas y múltiples opciones. Hay
instantes en que no sabe qué comprar, pero termina negociando uno en
particular. Tiempo después comprueba que no fue una buena elección. Piensa: “Si
quizá hubiese tomado más tiempo antes de inclinarme por este televisor…”.
Igual con las decisiones que tomamos a diario, y que en criterio de los
especialistas son alrededor de 2.500 –desde pequeñas hasta grandes
decisiones—en una jornada de 16 horas.
Pablo optó por someter su cuerpo a Dios. Sabía que la inclinación de su
naturaleza humana era bien distinta de la que el Padre celestial esperaba, pero
él –aunque le pareciera complejo—ponía bajo el dominio del Señor su naturaleza
humana: “Así que yo no corro como quien no tiene meta; no lucho como quien da
golpes al aire. Más bien, golpeo mi cuerpo y lo domino, no sea que, después de
haber predicado a otros, yo mismo quede descalificado.”(1 Corintios 9:26-27, NVI)
Pecar es una opción que siempre estará a la puerta, pero la decisión de
pecar o no, siempre será nuestra. Nadie toma una determinación de llevarnos a
pecar, somos usted y yo quienes nos inclinamos hacia uno u otro extremo.
5. Dios
valora los pequeños cambios La mayor
frustración que experimentamos cuando avanzamos hacia el cambio y crecimiento,
personal y espiritual, es que esperamos resultados rápidos. No obstante,
nuestro amado Dios valora los pequeños avances que experimentamos a diario. Él
conoce nuestras decisiones y sabe en qué dirección nos encaminamos.
El apóstol Pablo, a quien hemos invitado hoy para que nos ayude a
despejar el concepto que tiene Dios de la perfección y de qué manera difiere de
nuestra perspectiva, escribe: “No se engañen: de Dios nadie se burla. Cada uno
cosecha lo que siembra. El que siembra para agradar a su naturaleza pecaminosa,
de esa misma naturaleza cosechará destrucción; el que siembra para agradar al
Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna. No nos cansemos de hacer el bien,
porque a su debido tiempo cosecharemos si no nos damos por vencidos. Por lo
tanto, siempre que tengamos la oportunidad, hagamos bien a todos, y en especial
a los de la familia de la fe.”(Gálatas 6:7-10, NVI)
Cambiar y crecer es un proceso que nos permite siempre dar nuevos pasos,
tomados de la mano de Dios. Él sabe de nuestras luchas y está dispuesto a
colaborarnos para que superemos los obstáculos que emergen al paso. Recuerde
que la vida cristiana no es una telenovela, por el contrario, está firmada por
retos. Vencemos en la medida que marchamos con el poder de Dios!
6.
Avanzamos al cambio y crecimiento, pero firmes… Al
dirigir una carta a los creyentes de Filipos, el apóstol Pablo utiliza un
planteamiento que comparto con usted y que resulta clave: “Por lo tanto,
queridos hermanos míos, a quienes amo y extraño mucho, ustedes que son mi
alegría y mi corona, manténganse así firmes en el Señor.”(Filipenses 4:1, NVI)
La instrucción era clave: mantenerse firmes en el Señor Jesús. Es
probable que nuestra naturaleza humana sea proclive a fallar. Eso si avanzamos
en nuestras fuerzas, pero si permanecemos firmes en Cristo, dependiendo de Él,
tenemos asegurada la victoria.
7.
Perseveramos en Dios, para cambiar y crecer La perseverancia es
fundamental en todos los escenarios que nos desenvolvamos. Todo cuanto pensemos
y hagamos, las metas que nos fijemos y las acciones que emprendamos, deben
estar rodeadas de perseverancia. Igual en la vida cristiana.
Es probable que las tentaciones salgan al paso cuando buscamos vivir a
Cristo; sin duda, enfrentaremos dificultades y oposición, en nuestro diario
vivir o quizá, haya quienes se burlen, critiquen o ataquen por nuestras
convicciones de fe. En todos los casos, y como lo enseña el apóstol Pablo, lo
que debemos hacer es perseverar: “No es que ya lo haya conseguido todo, o que
ya sea perfecto. Sin embargo, sigo adelante esperando alcanzar aquello para lo
cual Cristo Jesús me alcanzó a mí. Hermanos, no pienso que yo mismo lo haya
logrado ya. Más bien, una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y
esforzándome por alcanzar lo que está delante, sigo avanzando hacia la meta
para ganar el premio que Dios ofrece mediante su llamamiento celestial en
Cristo Jesús.”(Filipenses 4:12-14, NVI)
No podemos vivir de las viejas glorias, ni tampoco, desanimarnos por los
obstáculos. Nuestra condición de cristianos nos obliga a seguir adelante, de la
mano del Señor Jesucristo.
Aun cuando fallemos, Dios nos ve perfectos. No desde una perspectiva
como la nuestra que no concibe un error. No. Él conoce nuestro corazón, sabe lo
que nos duele cometer errores, y en ese proceso de superar los traspiés, quiere
ayudarnos.
De Avanzapormás.com Pr. Fernando A. Jiménez (algunas
modificaciones WMV)
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