martes, 11 de noviembre de 2014

“Estamos Siendo Perfeccionados”

El perfeccionismo será nuestro mayor problema hasta tanto reconozcamos que tal perfección se logra cuando caminamos de la mano de Dios.

Veamos 7 elementos importantes que ayudarán a comprender la visión que tiene Dios de ser perfectos y cómo podemos encajar en esa concepción.

1. Delante de Dios somos justos Con el cúmulo de pecados que hemos cometido, jamás podríamos siquiera estar delante de la presencia de un Dios Santo como aquél en quien hemos creído. Deseo ilustrarlo con un incidente ocurrido cuando estaba en la fila de migración en el Aeropuerto de Panamá. El funcionario tras la casilla comprobó el Pasaporte de un ejecutivo. Lo miró para corroborar que era el mismo de la fotografía, le pidió que esperara unos segundos, hizo una breve llamada telefónica y en menos de un minuto dos agentes le pidieron al hombre acompañarles a una oficina contigua. Resultó que tenía un amplio prontuario por “lavado de dólares”, cuidadosamente detallado en el sistema y que abría puertas a su captura donde quiera que le hallara.

Igual con nosotros: si viéramos en detalle los pecados cometidos en el pasado, admitiríamos que resultaba literalmente imposible presentarnos delante del Señor y menos aún, ser salvos.

No obstante, gracias a la obra redentora del Señor Jesús, nuestro Padre celestial no solo perdonó nuestros pecados sino que nos abrió las puertas a una nueva vida, como describe el apóstol Pablo:

“Esta justicia de Dios llega, mediante la fe en Jesucristo, a todos los que creen. De hecho, no hay distinción, pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios, pero por su gracia son justificados gratuitamente mediante la redención que Cristo Jesús efectuó. Dios lo ofreció como un sacrificio de expiación que se recibe por la fe en su sangre, para así demostrar su justicia. Anteriormente, en su paciencia, Dios había pasado por alto los pecados; pero en el tiempo presente ha ofrecido a Jesucristo para manifestar su justicia. De este modo Dios es justo y, a la vez, el que justifica a los que tienen fe en Jesús. .”(Romanos 3.22-26, NVI)

Gracias a la obra redentora, todo su pasado de pecado y continuos errores, que le impedían no solo cambiar sino crecer en las dimensiones personal y espiritual, quedó literalmente borrado y ahora, Él –nuestro amado Señor—le ofrece una nueva oportunidad.   Dios mismo nos ayuda a ser perfectos.

2. Dios nos lleva a reconocer los errores Sólo en la medida en que reconocemos que los errores están siempre ahí, y que en nuestras fuerzas no podemos superarlas sino bajo la fortaleza de Dios, logramos avanzar en el proceso de crecimiento personal y espiritual.

El apóstol Pablo, el gran batallador de Cristo en el siglo primero, describió en los siguientes términos la lucha que libraba consigo mismo: “Para evitar que me volviera presumido por estas sublimes revelaciones, una espina me fue clavada en el cuerpo, es decir, un mensajero de Satanás, para que me atormentara. 3 veces rogué al Señor que me la quitara...”(2 Corintios 12:7-8, NVI)

Cada vez que el orgullo procuraba anidar en su corazón, Pablo enfrentaba una pared y debía admitir que no era en sus fuerzas sino en las de Dios como lograría el cambio y crecimiento. Igual con nosotros hoy. El perfeccionismo será nuestro mayor problema hasta tanto reconozcamos que tal perfección se logra cuando caminamos de la mano de Dios y le permitimos obrar en nuestro ser.

3. Dios nos llamó a ser vencedores en Cristo Ir de la mano de Dios, nos asegura la victoria siempre. Él dejó en manos de Su amado Hijo Jesús, a la iglesia que somos usted y yo y nos ayuda a vencer cuando creemos que las debilidades son más fuertes que nuestra capacidad. El escritor sagrado resalta que en Cristo somos vencedores: “El aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado es la ley. ¡Pero gracias a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo!”(1 Corintios 15:56-57, NVI)

Cuando sienta que no pude más, que está luchando contra la corriente, reconozca que lo más probable es que está batallando en sus fuerzas y esas fuerzas siempre se agotarán; sin embargo, si tiene la mirada puesta en Jesucristo, va a Su presencia en oración, y le pide fortaleza, podrá sobreponerse cualquier obstáculo, incluso a los más complejos de superar, que son aquellos que provienen de nuestra naturaleza humana.

4. Dios nos llama a elegir apropiadamente Todos tenemos la oportunidad de elegir. El asunto está en qué tipo de decisiones tomamos. Piense por un instante el sinnúmero de ocasiones en la que fue a un centro comercial a comprar un electrodoméstico. Infinidad de marcas y múltiples opciones. Hay instantes en que no sabe qué comprar, pero termina negociando uno en particular. Tiempo después comprueba que no fue una buena elección. Piensa: “Si quizá hubiese tomado más tiempo antes de inclinarme por este televisor…”.

Igual con las decisiones que tomamos a diario, y que en criterio de los especialistas son alrededor de 2.500 –desde pequeñas hasta grandes decisiones—en una jornada de 16 horas.

Pablo optó por someter su cuerpo a Dios. Sabía que la inclinación de su naturaleza humana era bien distinta de la que el Padre celestial esperaba, pero él –aunque le pareciera complejo—ponía bajo el dominio del Señor su naturaleza humana: “Así que yo no corro como quien no tiene meta; no lucho como quien da golpes al aire. Más bien, golpeo mi cuerpo y lo domino, no sea que, después de haber predicado a otros, yo mismo quede descalificado.”(1 Corintios 9:26-27, NVI)

Pecar es una opción que siempre estará a la puerta, pero la decisión de pecar o no, siempre será nuestra. Nadie toma una determinación de llevarnos a pecar, somos usted y yo quienes nos inclinamos hacia uno u otro extremo.

5. Dios valora los pequeños cambios La mayor frustración que experimentamos cuando avanzamos hacia el cambio y crecimiento, personal y espiritual, es que esperamos resultados rápidos. No obstante, nuestro amado Dios valora los pequeños avances que experimentamos a diario. Él conoce nuestras decisiones y sabe en qué dirección nos encaminamos.

El apóstol Pablo, a quien hemos invitado hoy para que nos ayude a despejar el concepto que tiene Dios de la perfección y de qué manera difiere de nuestra perspectiva, escribe: “No se engañen: de Dios nadie se burla. Cada uno cosecha lo que siembra. El que siembra para agradar a su naturaleza pecaminosa, de esa misma naturaleza cosechará destrucción; el que siembra para agradar al Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna. No nos cansemos de hacer el bien, porque a su debido tiempo cosecharemos si no nos damos por vencidos. Por lo tanto, siempre que tengamos la oportunidad, hagamos bien a todos, y en especial a los de la familia de la fe.”(Gálatas 6:7-10, NVI)

Cambiar y crecer es un proceso que nos permite siempre dar nuevos pasos, tomados de la mano de Dios. Él sabe de nuestras luchas y está dispuesto a colaborarnos para que superemos los obstáculos que emergen al paso. Recuerde que la vida cristiana no es una telenovela, por el contrario, está firmada por retos. Vencemos en la medida que marchamos con el poder de Dios!

6. Avanzamos al cambio y crecimiento, pero firmes… Al dirigir una carta a los creyentes de Filipos, el apóstol Pablo utiliza un planteamiento que comparto con usted y que resulta clave: “Por lo tanto, queridos hermanos míos, a quienes amo y extraño mucho, ustedes que son mi alegría y mi corona, manténganse así firmes en el Señor.”(Filipenses 4:1, NVI)

La instrucción era clave: mantenerse firmes en el Señor Jesús. Es probable que nuestra naturaleza humana sea proclive a fallar. Eso si avanzamos en nuestras fuerzas, pero si permanecemos firmes en Cristo, dependiendo de Él, tenemos asegurada la victoria.

7. Perseveramos en Dios, para cambiar y crecer La perseverancia es fundamental en todos los escenarios que nos desenvolvamos. Todo cuanto pensemos y hagamos, las metas que nos fijemos y las acciones que emprendamos, deben estar rodeadas de perseverancia. Igual en la vida cristiana.

Es probable que las tentaciones salgan al paso cuando buscamos vivir a Cristo; sin duda, enfrentaremos dificultades y oposición, en nuestro diario vivir o quizá, haya quienes se burlen, critiquen o ataquen por nuestras convicciones de fe. En todos los casos, y como lo enseña el apóstol Pablo, lo que debemos hacer es perseverar: “No es que ya lo haya conseguido todo, o que ya sea perfecto. Sin embargo, sigo adelante esperando alcanzar aquello para lo cual Cristo Jesús me alcanzó a mí. Hermanos, no pienso que yo mismo lo haya logrado ya. Más bien, una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y esforzándome por alcanzar lo que está delante, sigo avanzando hacia la meta para ganar el premio que Dios ofrece mediante su llamamiento celestial en Cristo Jesús.”(Filipenses 4:12-14, NVI)

No podemos vivir de las viejas glorias, ni tampoco, desanimarnos por los obstáculos. Nuestra condición de cristianos nos obliga a seguir adelante, de la mano del Señor Jesucristo.

Aun cuando fallemos, Dios nos ve perfectos. No desde una perspectiva como la nuestra que no concibe un error. No. Él conoce nuestro corazón, sabe lo que nos duele cometer errores, y en ese proceso de superar los traspiés, quiere ayudarnos.

De Avanzapormás.com  Pr. Fernando A. Jiménez (algunas modificaciones WMV)

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