lunes, 25 de agosto de 2014

"La Orden de Dios Para Cada Creyente”

Lectura bíblica en Mateo 28:16-20 "Pero los once discípulos se fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había ordenado. 17 Y cuando le vieron, le adoraron; pero algunos dudaban. 18 Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. 19 Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; 20 enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén"

En el pasaje conocido como la Gran Comisión, el Señor Jesús menciona al discipulado, al bautismo y a la enseñanza. Todos estamos de acuerdo con que el discipulado y la enseñanza son esenciales para crecer en la fe; sin embargo, algunos cristianos relegan o ignoran la orden de ser bautizados. La voluntad de Dios es que cada persona que recibe la salvación ponga en práctica esta ordenanza bíblica dada por Jesucristo.
La Biblia contiene varios ejemplos de nuevos creyentes que se sometieron al bautismo por obediencia después de ser salvos. Pablo y Silas dijeron a su carcelero que recibiera a Cristo y que fuera bautizado (Hechos 16.27-33). Asimismo, Felipe bautizó al eunuco etíope después de escuchar su confesión de fe (Hechos 8.36-38).

Muchos creyentes hoy rehúsan a hacerlo porque no consideran al bautismo como un mandamiento, o porque no reconocen que no hacerlo es desobediencia. Este acto es importante porque es una confesión pública de fe en nuestro Dios (Padre, Hijo y Espíritu Santo). La disposición de humillarnos de esta manera honra a Dios como el Señor de nuestra vida. El bautismo por inmersión simboliza también el poder transformador de la salvación: Somos “sepultados” para demostrar que hemos muerto a los viejos hábitos; y somos levantados del agua para demostrar que ahora andamos en novedad de vida (Romanos 6.4).

¿Ha obedecido usted el mandamiento del Señor de someterse al bautismo? Si no lo ha hecho, hable con su pastor y dispóngase a confesar públicamente su fe en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
(De Ministerios en Contacto).

Lectura antes de iniciar labores: Tito 2 “Pero tú habla lo que está de acuerdo con la sana doctrina. Que los ancianos sean sobrios, serios, prudentes, sanos en la fe, en el amor, en la paciencia. Las ancianas asimismo sean reverentes en su porte; no calumniadoras, no esclavas del vino, maestras del bien; que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada. Exhorta asimismo a los jóvenes a que sean prudentes; presentándote tú en todo como ejemplo de buenas obras; en la enseñanza mostrando integridad, seriedad, palabra sana e irreprochable, de modo que el adversario se avergüence, y no tenga nada malo que decir de vosotros. Exhorta a los siervos a que se sujeten a sus amos, que agraden en todo, que no sean respondones; no defraudando, sino mostrándose fieles en todo, para que en todo adornen la doctrina de Dios nuestro Salvador. Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras. Esto habla, y exhorta y reprende con toda autoridad. Nadie te menosprecie.”

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