lunes, 21 de octubre de 2013

“Para Pedir Cosas Grandes a Dios”

Lectura en  Juan 14:9-14 (Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre? ¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras. Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras. De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre. Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.  Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré. )

Jesús habló muchas veces del papel de la oración en favor del creyente y de la iglesia. Él garantizó su presencia cuando dos o más se reunieran para orar. También prometió actuar cada vez que los creyentes se dirigieran a Dios con la autoridad del nombre de Cristo.

Jesús enseñó que Dios debe ser el centro de nuestras peticiones, y demostró con su ejemplo que la base para el ministerio es la comunión con el Padre. Si queremos que Dios derrame su poder en una situación, es importante que hagamos 2 cosas:

Primero:  Debemos depender únicamente de los méritos y la mediación de Jesús. Nuestra vida como hijos de Dios comenzó cuando reconocimos nuestro pecado y aceptamos la muerte expiatoria de Cristo por nosotros (Romanos 5.6). Él actuó como nuestro mediador y nos reconcilió con el Padre (1 Timoteo 2.5). Si queremos que Dios haga cosas poderosas en y a través de nosotros, tenemos que seguir en ese mismo espíritu de dependencia de Cristo (Gálatas 2.20).

Segundo:. Debemos apartarnos de todo pecado. Cuando el Salvador pagó en la cruz nuestro castigo, el poder del pecado sobre nosotros fue destruido. Sin embargo, su presencia sigue en este mundo, y también en nosotros. Entre los cuales podemos ver: El chisme, la holgazanería, glotonería, idolatría, engaño, avaricia, raíz de amargura, falta de perdón, adulterio, fornicación, homosexualidad, robo, lascivia, envidia, soberbia, insensatez, homicidios, contiendas, hipocresía, hechicería, blasfemia, egolatría, vanidad, vanagloria…..y muchas otras más que siguen siendo "tan comunes" entre los pueblos.

 El remedio para todo pecado es confesarlo a Dios, apartarse de esa actitud o conducta, y recibir el perdón y la limpieza del Señor (1 Juan 1.9). Dios solo utiliza vasos que estén limpios.

Si queremos pedir cosas grandes a Dios, tenemos que venir a Él con manos y corazones limpios; es decir, basándonos solamente en los méritos de su Hijo Jesucristo. (De Encontacto.org)

Señor, ayúdanos a meditar en cada uno de esos pecados que aquí han sido mencionados, y si en nuestras vidas ellos se esconden, ayúdanos a ser libres de ellos. En el nombre de Jesús, te lo pedimos Señor. Amén!

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