MEDITACION
DIARIA 15.7.13
1 Juan 2:1-2 (Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y
si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el
justo. Y él es la propiciación
por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de
todo el mundo. )
¿Cuántas veces ha pecado usted
después de que recibió al Señor Jesús como su Salvador personal? Esta es una
pregunta imposible de responder. La dura realidad es que toda persona peca —sí,
incluso los cristianos.
Toda transgresión, antes o
después de la salvación, surge del deseo de satisfacer nuestras necesidades
prescindiendo de Dios. Siempre que tomamos los asuntos en nuestras manos y
actuamos fuera de su voluntad, descendemos a un camino de tristeza y
pecaminosidad.
La fe en Cristo trae una nueva
relación con Dios, un nuevo espíritu, una nueva perspectiva de la vida, pero no
desarraiga todo lo que queda de nuestra vieja vida. Seguimos teniendo el mismo
cuerpo y la misma mente, que pueden llevarnos a las mismas dificultades.
¿Por qué pecamos aun después de
la salvación? Porque se ha desatado una guerra interna entre nuestra “carne” y
la vida producida por Cristo. Si no tomamos la determinación de reentrenar
nuestras mentes, podemos esperar toda una vida de problemas.
La Biblia ofrece el remedio
para este conflicto constante: “No se amolden al mundo actual, sino sean
transformados mediante la renovación de su mente” (Romanos 12.2). Es decir,
debemos llenar nuestra mente con las cosas de Dios, dejando que Él reoriente
nuestros pensamientos.
¿Adónde le están llevando hoy
sus pensamientos? ¿Están anclados en la Sagrada Escritura, o su forma de pensar
simplemente lo conduce sin rumbo por la vida? Ese camino lleva al pecado.
Comience ahora mismo a enfocar su mente en el Señor.
De
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