Como creyentes, tenemos un Padre que nos ama y desea lo mejor para nosotros. Somos parte de una familia espiritual con muchos hermanos. Pero entonces, ¿por qué, a veces, nos sentimos solos, incluso cuando no atravesemos ninguna crisis?
La mayor soledad que puede experimentar una persona se debe a su separación del Padre celestial. Es un problema espiritual cuya fuente es el pecado. Experimentamos una ruptura de nuestra comunión con el Señor cuando lo desobedecemos y hacemos lo que nos place. El remedio es la confesión a Dios (1 Juan 1.9), lo cual lleva a restaurar nuestra comunión con Él. Si nos negamos a reconocer nuestro pecado, la separación se vuelve peor.
El afán y las preocupaciones por las cosas de este mundo causan también soledad. A veces, hacemos a un lado el tiempo con Dios para ocuparnos de nuestras obligaciones. Para vencer la soledad, dedique tiempo para reconectarse con Dios por medio de su Palabra; nútrase con el conocimiento de su amor, y medite en sus grandes promesas (Efesios 3.16-18).
Estar en armonía con el Señor renueva nuestro propósito y nuestras fuerzas. Hace posible que la sensación de soledad disminuya, la esperanza reemplace al desánimo y nuestro enfoque cambie. Es importante que busquemos oportunidades para practicar la reciprocidad —alentando, sirviendo, amando y ayudando a las personas que nos rodean.
Cuando David se sentía solo y aislado, se volvía al Señor y buscaba su ayuda. El tiempo con Dios es tanto el antídoto contra la soledad como la protección contra ella. (De Encontacto.org)
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Comentario
Cuán necesario se hacer reconocer ante el Señor, nuestras debilidades. Fallamos, aunque no esté en nuestros planes. Y se hace vital pedir su perdón y misericordia.
Mantener el canal abierto con el Padre Celestial, nos llena de paz espiritual y mental. No reconocer que fallamos es señal de orgullo y de creernos que es por nuestras propias fuerzas que hacemos lo que hacemos.
Cuando en el fondo de nuestro corazón tengamos alguna sensación de vacío y soledad -a veces sin razón aparente-, es tiempo de detenerse y mirar dentro nuestro. Estoy casi segura que la consecuencia de este sentimiento está directamente amarrado a nuestro alejamiento con Dios.
Vayamos a su Palabra, vayamos a su presencia –en oración-, acudamos a su casa –el templo-, y podremos comprobar cómo cambiará el sentir nuestro. Te invito a que lo pruebes…A mí me da resultados maravillosos!
Que en este inicio de semana Dios llene y sacie tu copa de su amor, y del convencimiento de que solo Dios es capaz de crear corazones limpios, y de renovar un espíritu recto dentro de nosotros (Salmos 51:10.
“Jesús, el Maestro, es quien nos enseña rectamente, y no hace acepción de personas, sino que enseña el camino de Dios con verdad (Lucas 20:21)
Dios te bendiga y te llene en esos momentos de soledad y angustia. Acude a él confiadamente!
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