2 Corintios 1.3-4 “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios”. Amén.
El Espíritu de Dios, enviado para vivir en cada creyente que ha aceptado a Jesucristo como su Salvador, siempre está dispuesto a ayudar.
Para sufrimiento o desesperación Dios tiene una visión diferente: es una herramienta de enseñanza y madurez espiritual.
Al ejercitar la fe es que maduramos espiritualmente. Nuestro Padre celestial no necesariamente quitará los problemas, pero sabe dar aliento y fuerzas para superarlos.
Cuando enfrentamos aflicciones y sentimos que no podemos más, el Espíritu Santo nos susurra: ¡Sí puedes! Yo estoy aquí. Ningún bálsamo es más sanador que Su voz.
Hay veces que lo hace, dirigiendo tu mente a un pasaje de la Biblia. Porque leer la Palabra de Dios es una manera de escucharlo. El significado y la aplicación personal, del pasaje, pudieran no ser evidentes de inmediato, pero Dios traerá el versículo a la mente en el momento en que más se necesite.
Al recibir a Cristo como Salvador, somos sellados como hijos de Dios, con la promesa de no desampararnos nunca. Él caminará a nuestro lado en toda prueba, con disponibilidad para ayudarnos y consolarnos.
Feliz
día. ¡Dios te bendiga!
Evangelista Wilda Messina
(Referencia: En.Contacto)
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