Isaías 45.9-10 “¡Ay del que pleitea con su Hacedor! ¡El tiesto con los tiestos de la tierra! Dirá el barro al que lo labra: ¿Qué haces?; o tu obra: ¿No tiene manos?”. Amén.
Seguimos enfocados en que a nadie le gusta sufrir, y que Dios solo permite lo que quiere usar para nuestro provecho.
Sufrir, desde nuestra perspectiva, no se corresponde con el papel de padre amoroso de Dios. Pero reconsideremos el origen de la adversidad, en los siguientes enfoques:
1.
Un mundo caído. Con el pecado vino el sufrimiento. Dios pudo
habernos protegido de sus efectos, haciéndonos como marionetas. Pero
eso, también habría significado, no poder elegir el amarlo; y el amor, por
su naturaleza misma, es voluntario.
2. Nuestras propias acciones negativas. Nos llevan a metemos en problemas. Y si el Señor nos rescatara de cada pecado, no llegaríamos nunca a madurar en la fe.
El 3er. origen de la adversidad son los ataques satánicos. Porque el objetivo del diablo es destruir nuestro testimonio, haciéndonos débiles e inútiles.
Y el 4to elemento, es la soberanía de Dios. Él tiene autoridad sobre toda adversidad. Negar su participación contradice su poder y soberanía.
Aceptar
que Dios permite la aflicción, es ver la adversidad desde Su perspectiva.
Dios no permite que suframos a menos que pueda ser para nuestro beneficio y
sus buenos propósitos. ¡Tenlo siempre presente!
Muy feliz día.
Que ¡Dios te dirija y te bendiga!
Evangelista
Wilda Messina
(Referencia:
En.Contacto)
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