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Génesis 3.2-3 “Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis”. Amén.
Y usted sabe cómo finalizó esa historia. La muerte es una realidad que todos debemos enfrentar. La Biblia dice que mediante un hombre el pecado entró en el mundo, y por medio del pecado, la muerte; y fue así, como la muerte pasó a toda la humanidad. Todos pecamos (Romanos 5.12).
En el huerto del Edén, Adán y Eva incumplieron el único mandamiento que Dios les había dado: del árbol del conocimiento del bien y del mal no coman, o ciertamente morirán (Génesis 2.17).
La desobediencia arruinó su relación con Dios, y trajo la muerte física a la humanidad. Por causa del pecado nuestros cuerpos son mortales, y no hay escapatoria a menos que Cristo regrese mientras estamos vivos.
Como descendientes de Adán, nacemos “muertos en nuestras transgresiones y pecados” (Efesios 2.1), y permanecemos espiritualmente muertos a menos que nos unamos a Dios por medio de la fe en Cristo.
Al recibir al Salvador, nos reconciliamos con nuestro Padre celestial y tenemos garantía de vida eterna con Él (Juan 3.15).
La cruz transformó la muerte: de un callejón sin salida, a una puerta a la presencia del Señor Jesucristo.
Feliz día, y ¡que Dios te bendiga!
Evangelista Wilda Messina
(Referencia:
En.Contacto)
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