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1er. libro de Samuel 27.1-2, 7 “Dijo luego David en su corazón: Al fin seré muerto algún día por la mano de Saúl; me será mejor fugarme a la tierra de los filisteos, para que Saúl no se ocupe de mí, no me ande buscando más por todo el territorio de Israel; y así escaparé de su mano. Y se levantó David con los 600 hombres que tenía, se pasó a Aquis hijo de Maoc, rey de Gat. Fue el número de los días que David habitó en la tierra de los filisteos, un año y cuatro meses”. Amén.
David estaba cansado de ser perseguido. Después de años de huir del rey Saúl comenzó a desesperarse. Su confianza flaqueó, independientemente de la promesa del Señor.
¿No es así como nos sentimos nosotros a veces? Sabemos que el Padre celestial ha prometido cosas buenas, pero nuestra fe, como la de David, puede vacilar.
El futuro rey de Israel evaluó sus opciones y eligió la peor: aliarse con los impíos filisteos. Pasando de la fe al razonamiento humano, se apartó de la voluntad del Señor y se unió a los enemigos del pueblo de Dios. Puso en tela de juicio su promesa de ser líder de Israel.
Cuando toquen fondo como David, aún hay camino de regreso: Enfocarse en que el Señor puede sacarles del desaliento y llevarlos a su presencia.
Miren hacia arriba. Reciban el perdón de Dios. Comprométanse con Él. Fortalézcanse en el Señor. Recuerden su fidelidad en el pasado. Invoquen sus promesas.
Decídanse a confiar a Dios su futuro. Pídanle ayuda al Espíritu Santo.
Feliz día. Y ¡que Dios te bendiga!
Evangelista Wilda Messina
(Referencia: En.Contacto)
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