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Santiago 1.19, 22, 25 “… todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar y para
airarse; pero sean hacedores de la Palabra, y no tan solo oidores, engañándose
a ustedes mismos. Mas el que mira en la perfecta Ley, la de la libertad, y
persevera en Ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, será
bienaventurado en lo que hace”. Amén.
La diferencia entre escuchar y
hacer parece obvia, pero no es lo mismo. Un ejemplo, la relación entre padres e
hijos. Los padres dan instrucciones y esperan que sus hijos las cumplan. Aunque
todos sabemos que esas instrucciones, normalmente, no se escuchan o se ignoran.
Pensemos cómo se aplica esto a lo que el Padre
celestial nos dice. Él nos da su Palabra, no
solo para escucharla, sino también para obedecerla, no obstante, ¿con qué
frecuencia escuchamos Sus instrucciones o advertencias, pero no las hacemos?
Habrá momentos que no nos importe lo suficiente obedecer; en otras ocasiones, nuestros propios intereses nos
alejan de los mandamientos de Dios y nos llevan a nuestros propios deseos.
¿Solo te limitas a oír la Palabra, o haces lo que dice? El peligro
es que, al no aplicar las palabras de sabiduría de Dios, podemos caer
fácilmente en toda clase de búsqueda insensata.
Isaías 53.6
advierte que nuestra tendencia natural es volvernos a nuestro propio camino y
extraviarnos como ovejas perdidas. Por lo que es esencial escuchar y obedecer al
Buen Pastor cuando nos guíe.
Feliz día. ¡Dios
te bendiga!
Evangelista Wilda Messina
(Referencia: En.Contacto)
(Referencia: En.Contacto)
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