“Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro”. Amén.
Amor fingido: Es simulado, falso o engañoso.
No permitamos que, en nuestras relaciones diarias, exista el amor fingido. Démonos a los demás, de manera fraternal y corazón puro.
Es real que hay personas con las cuales es difícil tratar, pero si nos vamos al espejo del amor con el que Cristo nos amó, tendremos razones de sobra para amarlas.
Algo a tener claro es que Jesús enseñó a amar a todos, aun a las personas que parezcan difíciles de amar.
Aunque es un reto responder a la falta de amabilidad con amor, esa piadosa conducta puede llevar a gran bendición.
En 1 Corintios 13:3-7 nos dice que el perfecto amor echa fuera todo. También dice que el amor es sufrido, benigno; no envidioso, ni jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de injusticia, y se goza de la verdad. También que todo lo sufre, lo cree, lo espera, lo soporta.
Y si ya somos de Cristo (Él es nuestro Señor y Salvador), su amor es un sello que debe ser reflejado en nosotros.
Meditemos en cómo está nuestra relación con los que nos rodean. ¿Los estamos tratando de la manera que Jesús ejemplificó? ¿Será necesario incrementar nuestra dosis de amor para ellos?
Aprendamos a NO responder a los demás por impulsos. Tratemos a los demás de la manera que queremos ser tratados. Sin relaciones significativas, la vida pierde sentido.
Recuerda: ¡Amar a los demás en una gran bendición!
Feliz día. ¡Dios te bendiga!
Evangelista Wilda Messina
(TPSH: 07.05.2013)
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