Meditación 18.4.18
Juan 14.1-6 “No se turbe tu
corazón; cree en Dios, cree también en mí. En la casa de mi Padre muchas
moradas hay; si así no fuera, yo se lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar
lugar para ustedes. Y si me fuere y les preparare lugar, vendré otra vez, y los
tomaré para mí mismo, para que donde yo estoy, ustedes también estén. Y saben a
dónde voy, y saben el camino. Le dijo Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas;
¿cómo, pues, podemos saber el camino? Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la
verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”.
Debido a que la humanidad está atada a la Tierra hasta la
muerte, son bastante comunes las ideas falsas acerca del cielo. Algunas
personas lo imaginan como un mundo etéreo de espíritus amorfos que flotan,
mientras que otros niegan su existencia. Algunas personas han regresado de
experiencias cercanas a la muerte, y han descrito lo que vieron. En medio de
todas las creencias confusas y contradictorias, haríamos bien en recordar que
nuestra única fuente segura y correcta de información acerca del cielo es la
Palabra de Dios.
El Señor Jesús tenía un conocimiento claro del cielo,
porque había venido del Padre a la Tierra. Poco antes de morir, dijo a sus
discípulos que iría a la casa de su Padre a prepararles un lugar, y que
regresaría después para llevarlos a su nuevo hogar. Varias semanas después, los
discípulos vieron al Cristo resucitado ascender al cielo (Hechos 1.9-11).
Desde ese día, los creyentes hemos estado esperando el
prometido regreso del Señor. Todos recibiremos un cuerpo inmortal de
resurrección semejante al de Cristo. Será físico, visible y reconocible para
todos. Seremos capaces de comer (vea Lucas 24.41-43). El cielo es un lugar para cuerpos físicos,
tangibles, un lugar para vivir, servir a Dios, adorarle y disfrutar de Él para
siempre.
Saber todos los detalles de nuestro destino eterno es
imposible, pero podemos estar seguros de que el Señor cumplirá su promesa de
regresar por nosotros. Al entrar a esa morada hecha a nuestra medida, sabremos
que hemos llegado a nuestro hogar, y que jamás podremos estar separados de
nuestro Padre celestial. (EnContacto.org).
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