Juan 1:12-13 "Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios".
El término “recibir a Cristo”, quizá se interpreta diferente fuera del lenguaje evangélico. En qué consiste? En que debes abrirle las puertas de tu corazón a la salvación de tu alma; la cual, SOLAMENTE puede ejecutarse mediante “recibir a Jesucristo”. Y luego de ese 1er. paso es que vienes a ser hijo de Dios. Sin esa acción, solo eres su creación, más no hijo.
Gálatas 4:6 Expresa que siendo hijos, Dios envía el Espíritu de Cristo a nuestros corazones, por el cual, entonces podemos clamar: ¡Abba, Padre!
Cuando el Espíritu Santo mora en tu corazón (que es solamente mediante recibir a Cristo), dejas de ser casa en ruinas, para ser demolido, limpiado y transformado.
Cristo es quien te injerta en el linaje celestial, es quien quita tus impurezas, derriba todo orgullo, y te enseña a humillarte delante de Dios.
Aprendes que eres pecador, que tienes que arrepentirte, y creas conciencia de que vendrá un juicio. Pero, y lo mejor de todo, es que sembrarás con nuevos cimientos, donde el gozo, la paz y las bendiciones del Padre, nunca te abandonarán.
La naturaleza caída (de andar fuera de la palabra de Dios), deja de fluir en ti, para que sea la de Cristo que fluya. Él quita tu corazón de piedra para darte uno de carne (Ezeq. 36.26).
Luego de recibir a Cristo, conocerás más de Él, leyendo su manual de vida... La Biblia.
Si meditas y sacas balance de tu actual vida, habrá muchos saldos en rojo, de cara a Dios. Pero Cristo te da la oportunidad de cambiarlos a verde.
Solo di: Jesús te recibo como mi Señor y mi Salvador, haz el resto en mi. Amén!
Dios anhela bendecirte! Feliz lunes!
Wilda M.V.
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