Meditación 13.3.18
Mateo 18.21-22 “21 Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete”.
El conflicto es parte de la vida. Puede originarse por malentendidos, diferencia de opiniones o convicciones profundas. Pero ese malestar se deriva, a menudo, de la envidia, el orgullo o el hambre de poder.
No podemos controlar la reacción de otra persona ante un conflicto; solo somos responsables de cómo la manejamos. Algunas personas reprimen cualquier incomodidad ignorando el problema, o fingiendo que no existe. Y hay quienes culpan a otros para defenderse.
Estas reacciones indican, con frecuencia, uno de tres escenarios subyacentes.
1. La herida experimentada en el pasado puede hacer que a alguien le resulte difícil aceptar la crítica.
2. Los perfeccionistas fijan estándares tan altos que no pueden cumplir siquiera con los suyos, por lo que les resulta difícil reconocer sus errores.
3. El orgullo hace que sea difícil para algunas personas reconocer cuando están equivocadas o pedir perdón.
A menos que reaccionemos de manera correcta al conflicto, limitamos nuestro crecimiento espiritual pues no estamos aprendiendo lo que el Señor nos está enseñando. Y desarrollamos un espíritu rencoroso, que conduce a amargura y resentimiento.
Lucas 23.34 nos cuenta cómo reaccionó el Señor cuando fue acusado sin razón, juzgado y crucificado. Jesús oró, diciendo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.
¿Cómo maneja usted las acusaciones y las críticas? El perdón es lo único que evitará que sea víctima del resentimiento.
(De Encontacto.org)
No hay comentarios:
Publicar un comentario