Meditación 14.02.18
Lucas 15.11-24 “También dijo: Un hombre tenía dos hijos; y el menor
de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de los bienes que me
corresponde; y les repartió los bienes. No muchos días
después, juntándolo todo el hijo menor, se fue lejos a una provincia apartada;
y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente. Y
cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia, y
comenzó a faltarle. Y fue y se arrimó a uno de los
ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió a su hacienda para que
apacentase cerdos. Y deseaba llenar su vientre de las
algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba. Y
volviendo en sí, dijo: !!Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen
abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! Me levantaré
e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya
no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros. Y
levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y
fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó. Y
el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy
digno de ser llamado tu hijo. Pero el padre dijo a sus
siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y
calzado en sus pies. Y traed el becerro gordo y matadlo, y
comamos y hagamos fiesta; porque este mi hijo muerto era, y
ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse”.
Las limitaciones del idioma a veces disminuyen nuestra
comprensión de los conceptos de las Sagradas Escrituras. Por ejemplo, solo hay
una palabra para amor en español, pero el Nuevo Testamento usa dos
palabras griegas diferentes. Una de ellas, fileo, se refiere al cuidado
y afecto fraternal, pero el término más poderoso ágape significa un
compromiso sacrificial con el bienestar, la seguridad y el desarrollo de los
demás. Esta es la clase de amor que Dios siente por nosotros, y que el Espíritu
Santo produce en los creyentes y por medio de ellos.
Tal vez la mejor manera de entender el amor ágape
es ver cómo es. En su parábola del hijo pródigo, Jesús se refiere al amor
sacrificial de un padre por su hijo descarriado. Cuando el joven exigió su
herencia de manera prematura, el padre no se negó a su petición, aunque
sabía que lo llevaría solamente a la amargura. Entonces, a pesar del
sacrificio personal y financiero, dio a su hijo su parte. Después, el padre
esperó con paciencia mientras el hijo pródigo aprendía una lección difícil.
Sin duda, ese fue un tiempo difícil para el padre,
porque un buen padre quiere proteger a sus hijos de los errores y de sus
consecuencias. Pero un hombre sabio también sabe que algunas verdades
difíciles deben aprenderse por medio de una experiencia dolorosa. A veces, lo
mejor que podemos hacer es confiar en que el Señor tocará los corazones
rebeldes.
Pero el amor ágape no solo deja ir; también
perdona y restaura. Cuando el hijo pródigo regresó a casa, humilde y
contrito, su padre corrió hasta él para recibirlo y restituir su lugar en la
familia; lo mismo hace el Padre celestial por nosotros.
(De Encontacto)
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