Meditación Martes 21.11.17
Romanos 6.12-14 “No reine, pues, el pecado en
vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias; ni
tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad,
sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y
vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia. Porque el pecado no se
enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia”.
A los ojos de
Dios, cualquiera que peca es rebelde, y Romanos 3.23 nos dice que todos somos
pecadores. Ahora bien, es comprensible que un incrédulo decida actuar sin tener
en cuenta la enseñanza bíblica. Pero, ¿qué de los que hemos dedicado nuestra
vida a obedecer a Cristo? ¿Qué nos hace apartarnos de la voluntad de nuestro
Padre celestial?
Hay dos
tendencias humanas muy fuertes que llevan a la desobediencia: la duda y el
orgullo. Ambas pueden ser peligrosamente engañosas.
La duda es
la lucha mental sobre si creer o no las promesas de Dios. Desde nuestra
limitada perspectiva, no entendemos cómo trabaja el Señor. A veces, su manera
de actuar no parece ser el camino correcto; por eso, para obedecer debemos
actuar por fe. Podemos sentir como si nos estuviéramos lanzando desde un
precipicio, confiando en la cuerda invisible de Dios que nos sostiene.
El orgullo
es el pecado que llevó a Satanás a caer del cielo, y es un obstáculo engañoso
para el cristiano, también. Todo lo que hagamos motivados por el orgullo es
rebeldía contra Dios. Sea cuál sea la causa, el pecado lleva a la muerte. El
camino de Dios es la única vía que conduce a la satisfacción, la paz y la vida.
El enemigo quiere
atraernos con la duda y el orgullo: creemos que ambos están bien y los
justificamos desde nuestra perspectiva. Pero debemos seguir las sabias palabras
de Josué: “Escogeos hoy a quién sirváis … pero yo y mi casa serviremos a
Jehová” (Josué 24.15).
(Encontacto.org)
No hay comentarios:
Publicar un comentario