domingo, 22 de octubre de 2017

”Tu palabra sabia de hoy”

Domingo 22.10.17

Continuamos con nuestras pinceladas acerca del Apóstol Pedro.

Jesús, habiendo sido la roca desechada por la humanidad, fue por Dios escogida y preciosa; y vino a ser la cabeza del ángulo (1 Pd. 2.4-8).  Así es como lo dice Dios en Su Palabra. Pablo también lo dijo en Efesios 2:20-22. 

Otra cosa, cuando a Pedro le fueron entregadas las llaves del Reino de los cielos (Mt. 16:19), Jesús NO le hablaba de llaves físicas, ni de reliquias a consagrar, sino que le otorgaba el privilegio de ser un instrumento, por medio del cual Dios llamaría a muchos a formar parte de Su iglesia.

Jesús entregó a Pedro las llaves de la predicación del Evangelio; esas que abrirían la puerta de salvación a millones de personas. Comenzando con 3000 (Hch. 2:41)

Algunos dicen que Pedro formó la iglesia de Roma, y que haya permanecido allí por 20 años, eso es solo UNA TRADICIÓN que relatan algunos autores no bíblicos, o libros deuterocanónicos (no inspirados por Dios), ya que la verdad bíblica es que Pedro NO estuvo en Roma.

Él estuvo en Jerusalén (Hch. 15:2,7), en Antioquía (Gál. 2:11), en Babilonia (1 Pd. 5:13). De su muerte, no hay relato bíblico. Aquí entra nuevamente la tradición y dice que acabó sus días en Roma; que murió martirizado bajo mandato de Nerón.

La misma tradición dice que Pedro sufrió una muerte similar a la de Jesús, pero crucificado cabeza abajo.  El único relato bíblico de su muerte está en Juan 21:18-19, donde Jesús le dice: “Cuando eras más mozo, te ceñías, e ibas donde querías; más cuando ya fueres viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras. Y esto dijo, dando a entender con qué muerte había de glorificar a Dios”.

Concluyendo: Es en Jesucristo, y no en Pedro, o en alguno que diga representarlo, en quien se debe poner el fundamento de nuestra fe (1 Cor.3:11). Pedro, luego de la llenura el Espíritu Santo en Pentecostés, dijo a la multitud: Arrepentíos, y bautícese cada uno en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados” (Hch. 2.38). 

Fue tan grande lo que el Espíritu Santo depositó en Pedro, que al pasar por las calles sacaban los enfermos en camas y lechos, para que al menos su sombra cayese sobre alguno de ellos y les sanara (Hch. 5:15)… Pero no era el objeto de fe en quien debían poner su mirada.

Que el Espíritu Santo de Dios ayude a entender este breve estudio, nos ayude a hacer los arreglos necesarios, nos permita poner nuestra miranda en la verdadera Roca… en Jesucristo, y nos bendiga!

Wilda M.V.

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