Meditación 27.4.17
Te invito a leer en Salmos 103, esas alabanzas del rey David, por las
bendiciones de Dios… Cuán hermosas palabras.
Gran
parte de la humanidad, cree que el Padre celestial se relaciona con sus hijos
para su provecho. Sin embargo, su propósito principal es revelarse a sí mismo.
Es
una relación amorosa y genuina, cada persona quiere saber más de la otra. Como
creyentes, a veces somos culpables de interesarnos más en nosotros mismos,
olvidando que Dios es el verdadero centro de atención. En vez de eso,
vamos a la iglesia o hacemos nuestros devocionales buscando algo que nos
inspire, motive o ayude.
Parte
del problema está en que nos gustaría practicar nuestra fe de la manera más
segura posible. Estudiar la Biblia, orar y asistir a la iglesia es
relativamente fácil, comparado con caminar por fe o sufrir persecución. Sin
embargo, conocer a Dios íntimamente no es una búsqueda puramente intelectual.
Una verdad acerca del Señor no es nuestra hasta que Él la hace parte de nuestra
vida cotidiana.
Nuestro
Padre celestial quiere que sus hijos entiendan la manera cómo Él obra. La única manera
de adquirir ese conocimiento es dejando que Dios se nos manifieste. Eso
significa que debemos estar dispuestos a experimentar dificultades y
sufrimientos, así como paz y felicidad. Una persona puede leer que el
Espíritu Santo es el Consolador del creyente, pero no conocerá esta verdad
hasta que tenga necesidad de consuelo.
La
vida cristiana no consiste en sentirse bien y sacar el máximo provecho de
nuestra conexión con Dios, sino en la relación que el Señor desarrolla con cada
uno
de sus seguidores. De esa manera, Él puede revelar más de sí mismo, pues el
creyente necesita tener ese conocimiento. ¡Qué gran privilegio!
(De Encontacto.org)
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