jueves, 2 de febrero de 2017

"El sacrificio exigido a Abraham"

Meditación 2/2/17

Te invito a leer Génesis 22, donde Dios ordena a Abraham que sacrifique a Isaac su hijo, como un acto de obediencia. Abraham, muy de mañana, fue al lugar que Dios le dijo. Al llegar dijo a sus siervos: Esperad aquí, y yo y el muchacho iremos hasta allí, adoraremos, y volveremos. Una vez allí, edificó un altar, compuso leña, ató a Isaac su hijo, y lo puso en el altar sobre la leña. Él extendió su mano y tomó el cuchillo para degollar a su hijo, pero el ángel de Jehová le dio voces desde el cielo, y dijo: Abraham, Abraham. Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único.  Y llamó el ángel de Jehová a Abraham por segunda vez desde el cielo,  y le dijo: Por mí mismo he jurado, dice Jehová, que por cuanto has hecho esto, y no me has rehusado tu hijo, tu único hijo; de cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar; y tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos. En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz….

Abraham enfrentó una de las mayores pruebas de obediencia relatadas en la Biblia: Dios le pidió que sacrificara a su hijo, Isaac. Es difícil imaginar la turbación y el dolor que debió causarle esta petición. Pero Abraham obedeció de buena gana y con rapidez. Su respuesta nos enseña importantes lecciones en cuanto a someternos a Dios.

La obediencia a menudo contradice la lógica. Dios le había prometido a Abraham una descendencia imposible de contar, pero luego le pide que sacrifique al padre de esa descendencia. Sin embargo, Abraham confió en que Dios cumpliría su promesa, y se dispuso a obedecer (Hebreos 11.18, 19).

La obediencia significa dejar las consecuencias a Dios. Abraham no tenía ni idea de cómo podría cumplirse la promesa si Isaac estaba muerto. Pero sus palabras y sus acciones indican que él creía en la soberanía divina. Cuando Abraham llevó al muchacho al monte Moriah, dijo a sus criados: “Esperad aquí … yo y el muchacho iremos hasta allí y adoraremos, y volveremos a vosotros” (22.5). No dijo: “Yo volveré”, sino que expresó que ambos regresarían. Abraham fue al lugar santo dispuesto a obedecer. Esperaba, al mismo tiempo, que el Señor preservaría a Isaac, de algún modo, para cumplir su promesa. Y Dios lo hizo proveyendo un carnero en lugar del joven (22.13-14).

El Señor ya sabe cómo reaccionaran sus hijos a las pruebas de la obediencia. Pero nos pone a prueba, porque quiere que sepamos hasta qué punto nos someteremos a Él. La disposición del creyente para obedecer (o desobedecer) revela el estado de su obediencia a Dios.

(De Encontacto.org)


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