Meditación 22/8
Mateo 16.24-27 "Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos
de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que
quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de
mí, la hallará. Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo,
y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma? Porque
el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y
entonces pagará a cada uno conforme a sus obras".
El Señor quiere darnos abundantes bendiciones. Veamos qué se requiere para que podamos recibirlas.
El pasaje de hoy aclara la única condición necesaria para recibir lo
mejor de Él: la entrega total. Cada aspecto de nuestro ser —cuerpo, alma y
espíritu— debe ser un sacrificio vivo. Esto puede sonar sombrío, pero
contrariamente a la lógica humana, la verdadera libertad solo se encuentra
cuando nos rendimos totalmente a Cristo.
Los sacrificios eran muy comunes en el Antiguo Testamento. Para expiar
el pecado, la persona podía traer un cordero al altar. El animal era apartado
para los propósitos de Dios como una ofrenda sagrada, y por medio de su muerte se
hacía restitución.
Cuando nos damos como sacrificio, no hay necesidad, afortunadamente, de
derramar nuestra sangre. Jesús murió para expiar todos nuestros pecados.
Pero por amor y gratitud, cada aspecto de nuestra vida debe ser rendido a Él.
¿Qué implica una vida rendida a
Cristo? Un compromiso total con Él, que no cambia
en nada por la influencia del mundo. Nuestros deseos y viejas maneras de
actuar no son ya las fuerzas motivadoras. En vez de eso, su Espíritu nos
guía, y su voluntad es la meta. Rendirse a Él significa seguir su
dirección en actitud, palabras, pensamientos y acciones
—y hacerlo sin pedir disculpas por eso, sin vacilaciones y sin temor.
Usted tiene dos opciones: conformarse
con algo inferior a lo que Dios puede darle, o rendirse totalmente a Él. La
entrega total no es un camino fácil; significa morir a sus deseos y
al interés personal. Pero recuerde que Él
está dispuesto y es capaz de hacer más de lo que podemos imaginar (Efesios 3.20).
(De Encontacto.org)
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