Meditación 04/08
Mateo 5.10-12 "Bienaventurados los que
padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de
los cielos. Bienaventurados son cuando por mi causa les vituperen y les
persigan, y digan toda clase de mal contra ustedes, mintiendo. Gozaos y
alegraos, porque su galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a
los profetas que fueron antes de ustedes".
Los mandatos de Dios desafían a veces la lógica
humana. Tomemos, por ejemplo, el mandato de regocijarse en la
persecución. No tiene sentido hasta que nos damos cuenta del efecto que
tiene la alabanza —ella nos mantiene enfocados en el Señor y las cosas buenas
que Él puede sacar de las dificultades.
El apóstol Pablo experimentó más abusos y
sufrimientos de los que jamás experimentaremos la mayoría de nosotros. Fue golpeado,
sometido a juicio y encarcelado, pero veía
más allá de esas dificultades lo que el Señor estaba haciendo por medio de su
vida. Es decir, aunque no se alegraba por estar preso, podía celebrar el
gran ministerio que tenía entre los guardias de su prisión.
Si creemos que Dios tiene el control y cumple sus promesas,
entonces debemos confiar en el principio de Romanos 5.3-5. Pasaje
que nos asegura que nuestras dificultades tienen un propósito.
Específicamente, desarrollan nuestra paciencia, fortalecen nuestro
carácter y afianzan nuestra esperanza.
Dos bendiciones inmediatas del sufrimiento: Aumento
de la fe y preparación para servir más al reino.
El Señor sacará algo bueno de nuestra persecución, como lo
hizo con Pablo. Pero si permitimos que la duda nuble nuestra fe, no seremos
capaces de regocijarnos por lo que Él está haciendo en nuestra vida y por
medio de ella. Y si no podemos regocijarnos, estamos en peligro de rendirnos
antes de que la buena obra de Dios pueda ser terminada. Regocijarnos nos mantiene enfocados en el Señor y en su
propósito, para que podamos comprender el significado de nuestras
pruebas y recibir nuestra recompensa. (De Encontacto.org)
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