Meditación 11.07
Habacuc 1.2 "¿Hasta cuándo, oh Jehová, clamaré, y no oirás; y daré voces a ti a
causa de la violencia, y no salvarás?"
¿Se siente atrapado por el desánimo? Si es
así, no es el único.
En algún momento, a todos se nos frustran las esperanzas. La desilusión
es la reacción inicial normal. Pero si perdura durante mucho tiempo, puede
convertirse en desánimo. Cuando eso sucede, no hay ninguna sensación de gozo o
satisfacción, no importa lo que usted haga.
Las circunstancias
que dan lugar a estas emociones pueden ser inevitables, pero la manera de responder la decidimos nosotros.
Podemos dejar que la tristeza abrume el alma,
o enfrentar la situación con valentía y traerla a
Aquel que puede ayudarnos.
Vivir con desánimo
divide la mente,
haciendo difícil enfocarse en algo que no sea nuestra aflicción. Entonces la
ira nos invade, y buscamos a quien culpar —ya sea a Dios, a otras
personas, o a nosotros mismos.
La frustración manejada
incorrectamente puede convertirse en desesperación, la cual, a su vez, puede
alejarnos de los demás —la gente no disfruta de la compañía de alguien
amargado y derrotado. Este aislamiento conduce a baja autoestima.
Por último, podemos tomar decisiones equivocadas basadas en nuestros
sentimientos y emociones, en vez de la verdad. Obviamente, elegir esta
actitud autodestructiva no es lo que Dios quiere para nosotros.
Aunque todos
enfrentamos la decepción de vez en cuando, los creyentes no debemos sumirnos en
ella.
En vez de eso, Dios quiere que le confiemos todo
—aun nuestras expectativas no satisfechas y las tristezas más profundas.
Recuerde que hay un propósito divino en todo lo que
Él permite que toque la vida de sus hijos (Romanos 8.28). (De Encontacto.org)
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