Meditación 26/07/16
Salmos 25.4-15 "Muéstrame,
oh Jehová, tus caminos; enséñame tus sendas. Encamíname en tu
verdad, y enséñame, porque tú eres el Dios de mi salvación; en ti he esperado todo el día. Acuérdate, oh Jehová, de tus piedades y de tus
misericordias, que son perpetuas. De los pecados de mi juventud, y de mis
rebeliones, no te acuerdes; conforme a tu misericordia acuérdate de mí,
por tu bondad, oh Jehová. Bueno y recto es Jehová; por tanto, Él enseñará a
los pecadores el camino. Encaminará a los humildes por el juicio, y enseñará
a los mansos su carrera. Todas las sendas de Jehová son misericordia y
verdad, para los que guardan su pacto y sus testimonios. Por amor de tu
nombre, oh Jehová, perdonarás también mi pecado, que es grande. ¿Quién es el
hombre que teme a Jehová? Él le enseñará el camino que ha de escoger.
Gozará él de bienestar, y su descendencia heredará la tierra. La
comunión íntima de Jehová es con los que le temen, y a ellos hará
conocer su pacto. Mis ojos están siempre hacia Jehová, porque Él sacará
mis pies de la red".
A pesar de que el Señor derrama su bondad sobre
todas las personas, la capacidad de percibirla y disfrutarla está limitada por
la negativa a adorarle como Dios. Para experimentar la plenitud de su bondad, debemos
honrarlo eligiendo el camino de la sumisión y la obediencia a Él. El
Señor jamás negará el bien a los que andan en integridad con Él.
Con amor y sabiduría, el Padre ha creado
específicamente una senda para cada uno de sus hijos. Porque
no hay dos personas iguales, cada senda se verá diferente. Lo que puede ser
mejor para una persona, puede no ser bueno para otra. La comparación de los
caminos de Dios en vidas diferentes solo conducirá al desaliento y a hacer
juicios equivocados. No tenemos ni la sabiduría ni la perspectiva para
entender por qué el Señor conduce a algunas personas por sendas de dolor y
adversidades, pero podemos saber que Él siempre es bueno.
Cada paso en la senda de Dios representa una
decisión deliberada de seguirlo. Por mirar a nuestro alrededor en vez de
fijar nuestra mirada en Jesús, nos estamos perdiendo de algunas experiencias o
cosas realmente buenas. Si dejamos la senda del Señor para seguir un
camino que se ve mejor, perderemos sus buenas bendiciones y descubriremos, como
Adán y Eva, que cualquier otro camino lleva a la perdición.
Tome tiempo para preguntarse: ¿Estoy
en la senda que el Señor ha elegido para mí, o he tomado un desvío para seguir
otra dirección que parece buena? Hacernos nuestro propio camino y hacer caso omiso de la bondad y la abundancia de su senda… es una locura.
Solo Dios conoce el camino que debemos tomar… Búscale en espíritu y verdad!
(De Encontacto.org)
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