Meditación 17.06.16
1 Corintios 1.18-25 "Porque la
palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan,
esto es, a nosotros, es poder de Dios. Pues está escrito: Destruiré la
sabiduría de los sabios, Y desecharé el entendimiento de los entendidos. ¿Dónde
está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo?
¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo? Pues ya que en
la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó
a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación. Porque los
judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros
predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y
para los gentiles locura; mas para los llamados, así judíos como griegos,
Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios. Porque lo insensato
de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los
hombres".
En los días de Pablo, los incrédulos rechazaban el
evangelio de Jesucristo y buscaban
acercarse a Dios por medio del conocimiento intelectual. Hoy, muchas personas proponen incluso conceptos sobre Dios y la
salvación que son contrarios a lo que enseña la Biblia. Sus ideas suenan a veces tan razonables que
engañan a muchos. Según la lógica humana, el hombre con más educación,
más títulos e inteligencia debe tener el plan más razonable para llegar a Dios.
Pero, como dijo el apóstol, la “sabiduría”
del mundo es locura.
Dios prometió destruir la falsa sabiduría del mundo (Isaías 29.14; 1Corintios 1.19), y por una buena razón: porque se usa para glorificar al hombre.
Quienes rechazan la fe en favor de un
enfoque estrictamente intelectual de Dios, tratan de ganar su aprobación por la
lógica, la racionalización o sus esfuerzos. Por ejemplo, toda
religión, excepto el cristianismo, tiene un plan o ritual por el cual
supuestamente se gana con ello la aceptación del dios en quién creen. Esos planes se reducen a “si lo hago
mejor, seré mejor; si soy mejor, entonces seré más aceptable
para mi dios”. La persona hace su trabajo, y con ello se gana la gloria por
ser un buen miembro de su religión. Pero el
resultado final de todo ese esfuerzo es la muerte —la separación eterna del
único Dios verdadero.
La fe cristiana
glorifica a Dios y su obra. Somos considerados creyentes fieles cuando
ponemos nuestra confianza en Él solamente, y creemos que Jesucristo dio su vida
para que pudiéramos ser libres de las cadenas del pecado. Solo Él ha hecho un camino para que los
creyentes sean reconciliados con Dios y hechos justos ante sus ojos.
(De
Encontacto.org)
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