Meditación 23.06.16
Salmo 37.1-9 "No te impacientes a causa de los
malignos,
ni tengas envidia de los que hacen iniquidad. Porque como hierba
serán pronto cortados, y como la hierba verde se secarán. Confía en
Jehová, y haz el bien; y habitarás en la tierra, y te apacentarás de la
verdad. Deléitate asimismo en Jehová, y él
te concederá las peticiones de tu corazón.
Encomienda a Jehová tu camino, y confía en él; y él hará. Exhibirá
tu justicia como la luz, y tu derecho como el mediodía. Guarda silencio
ante Jehová, y espera en él. No te alteres con motivo del que prospera
en su camino, por el hombre que hace maldades. Deja la ira, y desecha el
enojo; no te excites en manera alguna a hacer lo malo. Porque los
malignos serán destruidos, pero los que esperan en Jehová, ellos
heredarán la tierra".
Esperar
en Dios es una disciplina espiritual importante en nuestro caminar de fe. La
vida del rey David nos enseña el valor de obedecer el plan del Señor y el
peligro de adelantarnos a Él.
Cuando
David era un joven pastor de ovejas, el profeta Samuel lo ungió como el
futuro rey de Israel. Sin embargo, no se convirtió en tal gobernante durante
muchos años. Esperar que el Señor lo pusiera en el trono se hacía más difícil,
porque el rey en ejercicio, Saúl, se volvió en contra de él, y en varias
ocasiones trató de asesinarlo. A pesar de la oportunidad que tuvo de tomar el
asunto en sus propias manos y matar a su enemigo, David se contuvo. Tampoco
permitió que nadie atacara a Saúl (1 Samuel 24.1-7). Esperó en Dios, y fue muy bendecido
por su obediencia.
El
rey David supo también lo que era seguir adelante sin el Señor. Un año
decidió no unirse a las tropas en batalla, aunque ese era uno de sus deberes (2 Samuel 11.1). Durante el tiempo que se quedó en casa, se fijó en
Betsabé, la esposa de Urías, y la codició. Actuando de conformidad con sus
deseos, engendró un hijo con ella y luego trató de ocultar su pecado. ¡Vaya
el desastre que hizo de su vida! En vez de obedecer el plan del Señor y ser
bendecido, experimentó el castigo divino y mucho dolor.
Como
creyentes, queremos obedecer al Señor, pero puede haber situaciones en las que
un deseo nos impulse a avanzar sin esperar la dirección de Dios. Al igual
que David, experimentaremos las bendiciones de la obediencia, o el dolor de la desobediencia. (De Encontacto.org)
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