Mateo 26.28 "porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados".
(Nota del editor: Los devocionales del 21 al 23 se centran en elementos de la Pascua, que Jesús celebró con sus discípulos la noche antes de su crucifixión.)
En esa primera Cena del Señor, Jesús tomó el vino y dijo: “Esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados” (Mateo 26.28). Una vez más, esas palabras debieron haber sorprendido a los que las escucharon. Todo judío conocía la larga historia de pactos en los que Dios repetía: Me seréis por pueblo, y yo seré vuestro Dios. Eso sonaba bien en teoría, pero un lado de ese pacto —nuestro lado, en caso de que usted se lo esté preguntando— fallaba siempre en su cumplimiento. Por eso, a lo largo de toda la Biblia, Dios siguió prometiendo que habría un pacto más, no para abolir sino para dar cumplimiento al antiguo pacto.
Ahora, con la copa de vino de la Pascua en su mano, Jesús declaró lo impensable: Que ese nuevo pacto había llegado, en ese mismo momento, en Él. Jesús resumió ese pacto con estas palabras: “Esto es mi sangre . . . que es derramada por muchos”. Es por usted, y por mí, y “por muchos” —así como Jesús es el cordero “que quita el pecado del mundo” (Juan 1.29).
Jesús pide también una respuesta de parte nuestra: “Bebed de ella todos”. No dijo: “Piensen en esto” o “esfuércense más para ganarlo”, sino “beban”.
Situémonos en esta escena. Al igual que los discípulos, hemos fallado. Ninguno de nosotros es justo, pero seguimos defendiendo y manteniendo nuestra “inocencia”. Como todos los discípulos, hemos traicionado —o traicionaremos— al Hijo de Dios; sin embargo, allí está Él, no solo comiendo y bebiendo con nosotros, sino además ofreciendo su vida y su sangre para salvarnos.
Las palabras en Jeremías 31.34 de este tan largamente esperado pacto: “Perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado” se están cumpliendo en ese momento ante nuestros ojos.
Es un regalo perfecto que nos deja completamente maravillados. Pero, con el vino, Jesús pide también una respuesta de parte nuestra: “Bebed de ella todos” (Mateo 26.27). No dijo: “Piensen en esto” o “esfuércense más para ganarlo”, sino “beban”. Así es la fe. En otras palabras, al igual que la copa de vino, la salvación está allí para usted. Jesús la sostiene en sus manos y se la ofrece. Pero tiene que creerla, abrir su corazón, y recibirla —y tomarla hasta el fondo, hasta el centro de quién es usted. Así que, “Bébala, todo su ser”.
(por Matt Woodley, EnContacto)
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