lunes, 21 de marzo de 2016

"El Cordero de Dios"

Meditación 21.3

Apocalipsis 7.17 "Porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos".

(Nota del editor: Los devocionales del 21 al 23 se centran en elementos de la Pascua, que Jesús celebró con sus discípulos la noche antes de su crucifixión.)

Los abejorros, tejones, leones, zorrillos, osos negros y perros sabuesos tienen una cosa en común: si son amenazados, nos picarán, morderán, rociarán o atacarán. A diferencia de los corderos que nunca atacan; antes bien, a lo largo de la historia, son los lobos y otros depredadores quienes los han atacado a ellos. Cuando la Biblia se refiere a los corderos, lo hace, por lo general, en el contexto de una ofrenda. Por ejemplo, en la Pascua —el evento central del Antiguo Testamento— Dios salva a su pueblo por medio de la sangre de un cordero.

Por tanto, usted podrá imaginarse la impresión de los discípulos cuando Juan el Bautista presenta a Jesús, su Señor y Mesías, como “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Juan 1.29). El Dios de toda la creación, “por medio de quien todas las cosas fueron creadas” (Juan 1.3) viene a la Tierra como . . . ¿un cordero?

Alguien tenía que encontrarnos y salvarnos, incluso si eso significaba que muriera en lugar nuestro.

Es una historia extraña. El cristianismo es la perspectiva de vida que presenta a un Dios vulnerable —a un Dios que, en y por amor, se sometió voluntariamente a ser atacado por los seres que Él mismo había creado. Por supuesto es importante tener en cuenta que Jesús, el vulnerable Cordero, es también el poderoso Cordero que gobierna desde su trono, que juzga al mundo y que triunfa en la guerra (Apocalipsis 5.6; 14.9-11; 17.14) —pero aún así es el Cordero “que fue inmolado desde el principio del mundo” (Apoc. 13.8).

Es también una historia osada y original, la historia de todos nosotros —seres quebrantados que nos hemos extraviado siguiendo la dirección equivocada, tan hundidos en el pantano del pecado, que no podíamos encontrar el camino para volver a casa, o salir de la zanja en que nos encontrábamos. 

Alguien tenía que descender al abismo que habíamos elegido; alguien tenía que encontrarnos y salvarnos, incluso si eso significaba que muriera en lugar nuestro. Y esa es la historia de Jesús, el león que vino como un cordero. A diferencia de los millones de corderos pascuales sacrificados a lo largo de la historia, Jesús dio voluntariamente su vida “para quitar los pecados del mundo”.

(De Encontacto.org)


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