MEDITACIÓN 19.10
2 Corintios 8.1-7 "Asimismo, hermanos, os hacemos saber la gracia de Dios
que se ha dado a las iglesias de Macedonia; que en grande prueba de
tribulación, la abundancia de su gozo y su profunda pobreza abundaron en
riquezas de su generosidad. Pues doy testimonio de que con agrado han dado
conforme a sus fuerzas, y aun más allá de sus fuerzas, pidiéndonos
con muchos ruegos que les concediésemos el privilegio de participar en este
servicio para los santos. Y no como lo esperábamos, sino que a sí mismos se
dieron primeramente al Señor, y luego a nosotros por la voluntad de Dios; de
manera que exhortamos a Tito para que tal como comenzó antes, asimismo acabe
también entre vosotros esta obra de gracia. Por tanto, como en todo abundáis,
en fe, en palabra, en ciencia, en toda solicitud, y en vuestro amor para con
nosotros, abundad también en esta gracia."
Dar
es una cualidad que se aprende, no es innata en nosotros. Observe lo que hacen
los niños: se pelean por el pedazo más grande de pastel y por los juguetes.
Como adultos, también luchamos cuando se trata de nuestras finanzas. Exigimos
tener nuestra “parte justa” y guardar lo que es nuestro. Las decisiones que
tomamos en relación con nuestro dinero —la cantidad que conservaremos y lo que
daremos— con frecuencia revelan dónde ponemos nuestra confianza.
Dios
llama a los creyentes a ser generosos.
Nos dice que encontremos la seguridad en nuestra relación con Él, no en nuestro
patrimonio. ¿Por qué razón? Porque la mayoría de nosotros sentimos que no
tenemos suficiente, no importa lo mucho que tengamos. Asimismo, cuando nos
enfocamos en el dinero, abrimos la puerta a la incertidumbre y ansiedad.
¿Qué pasa si perdemos nuestro trabajo, si no recibimos el ascenso, o si nos
enfermamos por un tiempo prolongado? Cuando nuestras finanzas sufren, nuestra
sensación de seguridad disminuye.
Pero
si nuestra seguridad permanece en la relación que tenemos con Dios por medio
de Cristo, estaremos agradecidos por lo que tenemos, y le confiaremos
nuestro futuro. Mantendremos las finanzas en su perspectiva adecuada,
pues nos han sido dadas por Dios para ser utilizadas en sus propósitos, no
los nuestros.
Uno
de los propósitos de Dios es que apoyemos la iglesia local. ¿Qué tan
generosamente da usted a su congregación? ¿Busca más oportunidades para dar?
¿Tiene una actitud positiva cuando escucha peticiones de dinero? Permita que su
modo de dar revele que ha puesto su seguridad en Dios.
(De Ministerios Encontacto)
P.D:
Que no nos pase como en la párabola del hombre rico, que relata la Biblia en Lucas
12:15-21
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