viernes, 18 de septiembre de 2015

“El Dios a Quien Oramos”

MEDITACIÓN 18.9

Veremos  Nehemías 1.1-11 donde se relata su oración sobre Jerusalén. Les hago resumen, pero traten de leerlo.

...Son palabras de Nehemías, en el mes de Quisleu, en el año 20, estando en Susa, capital del reino. Nos dice que vino Hanani, uno de sus hermanos, con varones de Judá, y Nehemías le preguntó por los judíos que escaparon, por los que habían quedado de la cautividad, y por Jerusalén.  Ellos le dijeron: Los de la cautividad, están en gran mal y afrenta, el muro de Jerusalén fue derribado, y sus puertas quemadas. Cuando Nehemías oye estas palabras llora y hace duelo, ayuna y ora delante de Dios, diciendo: Te ruego, oh Jehová, Dios fuerte, grande y temible, que guardas el pacto y la misericordia a los que t aman y guardan tus mandamientos; que estén atentos tus oídos y abiertos tus ojos para oír la oración de tu siervo, por los hijos de Israel; confieso los pecados cometidos contra ti -yo y la casa de mi padre. Reconoce que se han corrompido, no han guardado los mandamientos, estatutos y preceptos dados a Moisés. Pide acordarse de Sus palabras dadas a Moisés, de que si pecan los dispersaría; pero si se volvieren a Él, guardan Sus mandamientos, y los ponían por obra, aunque la dispersión fuera hasta el extremo de los cielos, de allí los recogería, y traería al lugar escogido para hacer habitar allí Su nombre.  Les recuerda que ellos son sus siervos, su pueblo, los cuales había redimido con Su gran poder, y mano poderosa. Rogaba estar atento a su oración y la de sus otros siervos, quienes deseaban reverenciar Su nombre; rogó que le concediera buen éxito, y gracias delante del rey (Artajerjes), porque Nehemías servía de copero al rey...

Nehemías demuestra el poder de la oración. Como siervo del rey Artajerjes (Persia), no tenía ningún derecho a solicitar permiso para reconstruir los muros de Jerusalén, y mucho menos a pedir materiales ni protección.

Sin embargo, por conocer la naturaleza del Dios a quien oraba, Nehemías no dudó en actuar con osadía y pedir al rey lo que hacía falta.

Comenzó su oración diciendo: “Te ruego, oh SEÑOR, Dios del cielo”. SEÑOR, con letras mayúsculas, designa a la palabra Jehová (una forma de Yavé, el nombre hebreo de Dios), lo cual significa “Dios, quien es eterno en su ser” —expresando que todo en todas partes está en su presencia.

Por tanto, cuando Dios hace una promesa, sabe cómo va a cumplirla. Es por eso que Nehemías lo llamó “el grande y temible Dios, que guarda el pacto”. Él sabía que Dios se había comprometido a llevar de vuelta a los israelitas arrepentidos a su tierra natal para vivir en su presencia.

La siguiente palabra hebrea: Elohim, se traduce como: “El que es absolutamente soberano”. Este nombre se refiere al Creador, y habla de su omnipotencia. Si Él hizo al mundo con su palabra, entonces es capaz, sin duda, de darle a Nehemías las provisiones, tiempo fuera del trabajo, y el favor del rey persa.

Hay muchos otros nombres para Dios, tales como Adonai (“dueño”), Jehová-Jireh (“proveedor”), o Jehová-Rafa (“sanador”). Puesto que el idioma hebreo es preciso, puede ayudarnos a conocer mejor a Dios.

Cuando necesitamos consuelo, llamamos al Dios que consuela; cuando necesitamos sabiduría, tenemos al Dios que enseña. Así como conocer nuestra audiencia afecta las palabras que usamos, la manera de ver a Dios afecta el modo en que oramos.
 (De Encontacto.org)

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