MEDITACIÓN 18.8
Isaías 14.24-27 “Jehová
de los ejércitos juró diciendo: Ciertamente se hará de la manera que lo he
pensado, y será confirmado como lo he determinado; que
quebrantaré al asirio en mi tierra, y en mis montes lo hollaré; y su yugo
será apartado de ellos, y su carga será quitada de su hombro. Este
es el consejo que está acordado sobre toda la tierra, y esta, la mano extendida
sobre todas las naciones. Porque Jehová de los
ejércitos lo ha determinado, ¿y quién lo impedirá? Y su mano extendida, ¿quién
la hará retroceder?”
Dios es soberano. Esto significa que
Él es la autoridad suprema sobre todas las cosas,
incluyendo el pecado y sus consecuencias. Sin embargo, Él no hace que
alguien peque —hacerlo violaría su naturaleza justa y santa. Sin embargo,
el Señor sí permite
que la tentación toque nuestra vida. Y puesto que tenemos libre albedrío, y
el Espíritu Santo, podemos decidir cómo responder, y estamos totalmente
equipados para resistir. Afortunadamente, Él mantiene el control final y
entreteje las consecuencias de nuestras acciones de acuerdo con sus propósitos.
A veces, Dios permite que nuestro
pecado siga su curso. Por ejemplo, cuando los israelitas se negaron a apartarse
de su desobediencia, Él “los [abandonó] a su obstinada voluntad,
para que actuaran como mejor les pareciera” (Salmos 81.12).
Sin la protección divina, la nación sucumbió a las influencias de la
corrupción, y al final fue tomada. El Señor pudo haberlos protegido de
ese resultado, pero esas mismas consecuencias llevaron a los israelitas al
arrepentimiento, lo cual era su plan original.
Y a la inversa, Dios a veces
obstaculizará el pecado. Tal fue el caso cuando el rey Abimelec
tomó para sí a la esposa de Abraham. El rey había sido engañado, y no sabía que
estaba a punto de cometer un pecado. Pero el Señor conocía el engaño, e
intervino (Génesis 20.1-6).
El plan más sabio, por supuesto, es obedecer a Dios. La
tentación es inevitable, pero el pecado no. La soberanía del Señor
sobre nuestra vida significa que cualquier tentación debe pasar primero por su
voluntad. De esta manera, se asegura de que sus hijos no se sientan tentados
más allá de lo que puedan resistir (1 Corintios 10.13).
(De Encontacto.org)
No hay comentarios:
Publicar un comentario