Romanos 1.16-17 “Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego. Porque en el
evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito:
Mas el justo por la fe vivirá.”
La escena de la cruz es una paradoja. Ella muestra el
poder de Dios en lo que parece ser el momento más débil de la vida de su Hijo.
Con las manos y los pies clavados en un madero, Jesús se veía totalmente
impotente. Además, estaba el hecho de que permaneció allí mientras la multitud
lo abucheaba, diciendo: “Si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz” (Mt 27.40).
La fortaleza no siempre se revela de
manera dramática; a veces, se demuestra por sufrimiento.
¿Qué poder mantuvo al Señor Jesús en la cruz, cuando con decir una sola palabra
podía haber sido libre? Fue el amor divino lo que lo mantuvo allí. Con el
destino eterno de la humanidad en juego, Cristo colgó en la cruz hasta que
aseguró nuestra salvación.
Sin embargo, el poder de la cruz no cesó cuando Jesús
finalmente terminó su sufrimiento, entregó el espíritu y murió. Su
muerte abrió la puerta de la salvación a todas las personas
—todos los que pasan por ella por fe son perdonadas por cada pecado, y tienen
garantizado un lugar en el cielo.
Pero después de la salvación, el poder de la cruz sigue
presente en la vida de los creyentes. Millones de personas han sido
transformadas como resultado de la victoria del Salvador
sobre el pecado y la muerte. El Señor nos hace libres de prácticas y
adicciones pecaminosas, dándonos el poder para vivir victoriosamente en la
justicia de Él.
(De Encontacto.org)
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