MEDITACIÓN 23.7
Santiago 1.5-8
“Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a
Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. Pero
pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la
onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra.
No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa
alguna del Señor. El hombre de doble ánimo es
inconstante en todos sus caminos.”
En el libro de Salmos están registradas algunas de las
oraciones del rey David. Allí leemos cómo alababa al Señor, cómo confesaba su
pecado, y cómo clamaba por sus dificultades. También pedía a Dios que escuchara
sus oraciones, y que no guardara silencio (Salmos 28.1)
Todos queremos orar efectivamente como David. Para hacerlo, debemos
evitar ciertos obstáculos, tales como:
Fe vacilante.
Las dudas en cuanto al carácter de Dios o a nuestra dependencia de Él reducen
nuestra confianza en el Señor.
Motivación equivocada.
Los deseos egoístas no reciben ninguna respuesta positiva. Debemos pedir que
se haga su voluntad, no la nuestra.
Conflictos en las relaciones.
Estar resentidos o enfrentados con los demás afectará la comunicación con el
Padre celestial.
Falta de generosidad
(Proverbios 21.13).
A Dios le desagrada que no nos preocupen las necesidades de las personas, o que
demos de mala gana a la iglesia. Él nos oye pidiendo bendiciones, pero nos
ve negándonos a ser generosos (1 Timoteo 6.17-19).
Indiferencia (Proverbios 28.9).
La apatía hacia la Palabra de Dios es otro obstáculo. Él nos ha dado la Biblia
para que podamos conocerle y servirle. No leerla ni aplicarla, reducirá nuestra
capacidad de vivir como le agrada a Dios.
Desarrollar una vida de oración vigorosa exige esfuerzo y
dedicación, pero las recompensas son grandes. Si sus oraciones no han sido
respondidas, piense en cuáles de los problemas mencionados anteriormente -si
los hay- necesitan ser corregidos.
Comience a personalizar las oraciones
que lea en Salmos o en otras partes de la Palabra de Dios. (De Encontacto.org)
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