jueves, 28 de mayo de 2015

“La Naturaleza del Poder”

Meditación 27.5

Efesios 6.10-13 “Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. 11 Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. 12 Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. 13 Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes.”

En el momento que una persona recibe a Cristo como Salvador, inicia una batalla. El enemigo está decidido a destruir el testimonio de los creyentes. Pero Dios ha provisto un arma poderosa para quienes le sirven —el poder de su Hijo que fluye a través de ellos.

El poder de Cristo es supremo. Satanás, con toda su fuerza demoníaca, no puede lanzarnos nada capaz de rivalizar con el poder sobrenatural del Señor Jesús. Sin embargo, las tentaciones y las pruebas dejan al descubierto nuestras debilidades cuando preferiríamos ser fuertes. Esa es una razón por la que la naturaleza se rebela contra la adversidad y trata de evitarla.

Dios quiere que vivamos armados con el poder del Salvador para que podamos vencer las dificultades de la vida. Pero Él nos promete su poder solo cuando deponemos nuestro orgullo y reconocemos que somos demasiado débiles para la batalla (2 Corintios 12.9). El poder de Jesús está disponible para que sus seguidores podamos soportar los conflictos victoriosamente.

El mundo nos desafía a mantener la apariencia de que podemos manejar nuestros problemas sin la ayuda de Dios. Por eso, la orden dada a los cristianos puede parecer extraña para quienes los observan. Sin embargo, la arrogancia no trae bendición, sino confusión, distanciamiento del Señor, y  fracaso. Si queremos ser victoriosos, no podemos enfrentar al enemigo solos.

Hasta que nuestra vida se termine o el Señor Jesucristo regrese, estamos trabados en una batalla con Satanás. Pero no tenemos nada que temer. Cuando dependemos del Señor, somos llenos de poder y fortaleza.
(De Encontacto.org)


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