Lectura bíblica en Lucas 24.36-49
“Mientras ellos aún hablaban de estas cosas, Jesús se puso en medio de ellos, y
les dijo: Paz a vosotros. Entonces, espantados y
atemorizados, pensaban que veían espíritu. Pero él les dijo:
¿Por qué estáis turbados, y vienen a vuestro corazón estos pensamientos? Mirad
mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no
tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo. Y diciendo
esto, les mostró las manos y los pies. Y como todavía ellos,
de gozo, no lo creían, y estaban maravillados, les dijo: ¿Tenéis aquí algo de
comer? Entonces le dieron parte de un pez asado, y un panal
de miel. Y él lo tomó, y comió delante de ellos. Y
les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que
era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de
Moisés, en los profetas y en los salmos. Entonces les
abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras; y
les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y
resucitase de los muertos al tercer día; y que se
predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas
las naciones, comenzando desde Jerusalén. Y vosotros sois
testigos de estas cosas. He aquí, yo enviaré la
promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad
de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.”
La salvación se produce cuando ponemos nuestra fe en Jesucristo
como nuestro Salvador. Él nos perdona, nos transforma y nos ve como justos. En ese
momento, somos redimidos, y a medida que pase el tiempo,
nuestro servicio, nuestros dones y nuestro amor a Dios aumentarán de manera
natural.
Lamentablemente, muchos cristianos van a la
iglesia semana tras semana sin fe ni pasión por Cristo.
¿Cómo es posible eso? La razón es que muchos creyentes no están
conscientes de la obra del Espíritu de Dios.
El Espíritu Santo es un miembro de la Trinidad y coigual con
Dios el Padre y Dios el Hijo. El primer capítulo de la Biblia nos dice que Él
existía antes de la formación de la Tierra, y que participó en la creación
(Génesis 1.2, 26). Hoy, Él tiene el importantísimo papel de
ayudar y orientar a todos los creyentes.
El Espíritu Santo es un regalo a cada
hijo de Dios. Su presencia en nosotros no es algo que tengamos que ganar.
Por el contrario, es un privilegio maravilloso; por morar en nuestro corazón,
Él puede fortalecer al creyente, mantenerlo alejado del peligro y dirigirlo a
la verdad (Juan 16.7, 8). La Biblia nos dice que Jesucristo
vino a este mundo para que tengamos vida abundante
(Juan 10.10). Esto es posible solo cuando escuchamos su Espíritu, y le obedecemos.
Esto no se refiere a disfrutar de una vida feliz sin
problemas, sino de disfrutar del gozo que reina en el corazón cuando se tiene
una relación personal con Dios. Si usted no conoce este gozo,
piense en la compresión que tiene del Espíritu Santo, y ore
para estar en sintonía con su dirección.
Asi es.
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