Meditación 9.1
Leer | Lucas 5.15, 16 "Pero su fama se extendía más y más; y se reunía mucha gente para oírle, y para que les sanase de sus enfermedades. Mas él se apartaba a lugares desiertos, y oraba."
¿Dejó usted de lado alguna vez su tiempo diario de oración, pensado: Estoy demasiado ocupado para orar hoy? Cada vez que renunciamos al tiempo del recogimiento con Dios para hacer otra cosa, estamos haciendo una declaración en cuanto a nuestras prioridades. Es una manera no tan sutil de decir: “Jesús, mi agenda es más importante para mí que tú, hoy. Tendré que ponerme al día contigo más tarde”.
Todos hacemos esto de vez en cuando, ¿verdad? Dejar de orar a veces es muy fácil porque, dado que sabemos que el Señor está siempre allí, pensamos que podemos recuperar el tiempo después. Es como si menospreciáramos la presencia interior y eterna de Dios, pensando: El Señor estará allí mañana, ¡pero yo tengo que hacer esto hoy!
Lo que olvidamos es que el tiempo a solas con Dios es lo que nos da el poder para hacer frente a las tareas del día. Por tanto, cuanto más ocupado vaya a estar nuestro día, ¡más tiempo debemos pasar en oración!
La Biblia enseña claramente que el Señor Jesús daba prioridad a su tiempo a solas con el Padre. No puedo imaginar a ninguna otra persona que tuviera más en su mente, que tuviera más cosas que hacer, o que fuera más buscado que el Señor Jesús. Sin embargo, las veces en que estaba más ocupado, eran las veces que lo vemos apartarse de las multitudes para orar.
Recordemos que Jesús es Dios; si Él consideraba necesaria la oración para prepararse para sus días más ocupados, ¡entonces ella es absolutamente esencial para el resto de nosotros!
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